Jorge Carrol

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Presumo que solamente en la obediencia a las leyes 
y no a los señores elegidos por la voluntad de una 
mayoría.

Fue Cicerón quien dijo: «Somos siervos de las leyes 
para ser libres
»; Locke le dio «una vuelta de tuerca» 
más a esta sentencia al señalar que «donde no hay ley 
no existe libertad
».

La libertad política reside, inexorablemente (por 
más que haya quienes hacen todo lo contrario) en 
la búsqueda de normas que controlen el poder. Por 
eso mismo, los griegos asumieron que si no querían 
ser gobernados tiránicamente, debían gobernarse 
mediante leyes.

Y como consecuencia de leyes que eran inciertas y 
cambiantes (como las que nos tienen acostumbrados, 
usted sabe muy bien quiénes): «la soberanía popular 
fue situada por encima de la ley y, por ese mismo acto, 
el gobierno de las leyes se fundi
ó y confundió con el 
gobierno de los hombres
», que por otra parte, es un 
desgobierno, pues carece de criterio de limitación.

Los romanos no fueron muy lejos y de verdad no 
realizaron ninguna contribución a la solución del 
específico problema de las libertades políticas, pero sí 
debemos otorgarles el crédito que contribuyeron a la