Jorge Carrol
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Conforme a ello, ideótes era un término peyorativo con
el que se designaba al que no era polites, un digamos no-
ciudadano y, consecuentemente, «un hombre vulgar,
ignorante, sin valor, que sólo se interesaba por sí mismo.
Es revelador (del cambio) que mientras la connotación
negativa original de ‘ideótes’ ha permanecido en nuestra
palabra idiota, la asociación con lo ‘privado’ se ha
cercenado».
El individualista espíritu griego «carecía de la noción del
espacio privado ‘legítimo’ concebido como proyección
moral y jurídica de la persona».
La primitiva demokratia no respetaba al individuo,
más bien sospechaba de él; como algunos políticos
sospechan de los periodistas, a prima facie, por si las
moscas o como decía Dan Geemburg en su delicioso
libro –¿de superación?– «Cómo ser una idische mame»:
«Castiga a tu hijo todos los días; si tú no sabes qué ha
hecho él para merecer este castigo, él lo sabrá».
La demokratia helénica era una sociedad que
desconfiaba de las personalidades destacadas, por
ejemplo Hermodoro fue proscrito y desterrado de
Éfeso –la tierra del buen Heráclito– porque no se
permitía que un ciudadano fuera mejor que los otros.
«Uno de los más extraños errores que se pueden cometer
es creer que en las ciudades antiguas los ciudadanos
gozaban de libertad», escribió Fustel de Coulanges;