Jorge Carrol
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«los gobiernos deberían ser solamente (como indica el
vocablo) ejecutivos, es decir, ejecutores de voluntades
que preceden a la voluntad gubernamental».
Según esta argumentación: «–¿Cómo es que las
democracias (argentina, boliviana, colombiana, chilena,
ecuatoriana, guatemalteca, peruana o mexicana, por solo
citar algunas iberoamericanas) no se sientan vinculadas
a este compromiso pre-electoral? Posiblemente
«porque las democracias empíricas no se han construido
deductivamente, sino más bien sobre la experiencia de que
lo importante son los gobiernos eficaces y exigentes, que
los regímenes de asambleas son sistemas que funcionan
mal y que la representación proporcional puede crear más
problemas que los que resuelve».
Por un instante, piense usted en los supuestos
gobiernos democráticos iberoamericanos desde
Perón y Arévalo hasta nuestros días, (quizá después
de recordar aplanadoras políticas y trenzas infernales)
pueda decir como Goethe, que «no hay nada más
incongruente que la congruencia suprema».
A lo mejor, el modus vivendi de la democracia requiere
menos rigor cartesiano y más razonabilidad, porque,
como lo señaló Hölderin, «lo que ha hecho del Estado
un infierno en la Tierra ha sido precisamente el
intento del hombre de convertirlo en su cielo».
[«La memoria es el infierno» / Luis
Cardoza y Aragón]