Jorge Carrol

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Bush como presidente de U.S.A., es prueba de ello.  
La política es como la guerra (¿será por eso que hay 
tantos militares metidos a políticos?),
 aunque una 
guerra sin armas, ya que como la experiencia central es 
la hostilidad, la percepción de un opositor es como la 
de un enemigo, como una amenaza o un peligro al que 
se debe combatir y derrotar y, de ser posible, eliminar.

Prudente es recordar –ejercicio poco frecuente entre 
electores– que el derecho civil romano y precisamente 
la resolución de los litigios ante los tribunales de 
acuerdo con el precedente y la equidad, fue el primer 
atenuante importante en las relaciones basadas 
en la fuerza y propensas a la guerra. Los pueblos 
conquistados por Roma buscaban por todos los medios 
la ciudadanía romana, porque esta les proporcionaba 
una suerte de paz.

Sin embargo, la sustitución de la fuerza por la ley Roma 
no la transplantó del ámbito privado al plano político. 
Con el transcurso del tiempo, ese será el triunfo del 
constitucionalismo liberal; el que estriba en buena 
parte, en la transformación de la ley de la jungla en la 
ley del derecho
; puede resultar conveniente en este 
contexto, hablar de una visión legalista de la política, 
pues ella como paz se sitúa en el campo de la legalidad.

[«Siempre se es libre a expensas de 

alguien» / Albert Camus]