Jorge Carrol

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establecer una relación de forma entre hechos, ideales 
y utopías, entre el debe ser y el es.

Debemos asumir, aun corriendo el riesgo de equivocarnos, 
que la democracia es, de todos los sistemas políticos, el 
que aparentemente más depende de la inteligencia o por 
lo menos de una mentalidad lógica.

Por tanto, a fin de que los buenos propósitos (como 
las promesas de los candidatos antes de las elecciones) 
no se conviertan en un mal no buscado, conviene 
desenmarañar los argumentos sobre los que la 
democracia deba y pueda ser, y de lo que no es ni 
debería ser.

Si accedemos a presiones deontológicas, que es un 
concepto introducido por Jeremy Bentham (hermano 
de George, el botánico inglés) como «sinónimo de 
la moral
» y que podríamos traducir como «discurso 
sobre lo que debe hacerse
», llegaremos a la conclusión, 
nefasta para los corruptos (al parecer una inmensa 
mayoría de políticos y funcionarios), que para que la 
democracia sea no puede ni debe separarse de lo que 
democracia debería ser.

En buen romance, «una democracia  solo existe mientras  
sus  ideales  y  valores  la  crean
», ya que es conformada 
por el resultado de las interacciones entre ideal y 
realidad, del empuje del debe ser y la resistencia del es.