Nación y estados, republicanismo y violencia

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El resultado fue la propuesta de conversaciones, que no dieron resultado y el 
Ejército Aliado Protector de la Ley delegó en el general Nicolás Raoul lanzar 
el sitio de la Ciudad de Guatemala.

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 Entre los militares guatemaltecos que 

defendían la plaza reinaba ya el desacierto y el error, además de contar con 
poca existencia de tropas, vivir en gran desorden y mucha rivalidad entre los 
jefes y los oficiales.

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 Luego de tres días de combates, en los cuales empezó el 

pillaje de la ciudad, el día 12 de abril de 1829, el Estado Mayor Federal y el 
gobierno guatemalteco capitularon ante el general Morazán, quien ordenó 
el encarcelamiento de los militares y políticos derrotados, y poco después, la 
expulsión de las órdenes religiosas.

En resumen, la presente es una propuesta de análisis de los hechos bélicos y los 
factores políticos adjuntos de la primera Guerra Federal que busca advertir sobre 
las transpolaciones temporales, fácticas y territoriales y que generalmente se dan 
a la hora de tocar el tema. Si bien el gobierno federal era considerado por los 
estados como un obstáculo a sus intereses y un aliado de la élite de la Ciudad de 
Guatemala, no quiere decir por ello que esos estados federales hubiesen iniciado 
la guerra con una alianza firme y con el mismo objetivo, pues los dirigentes 
profederalistas, en cada uno de ellos, actuaron por diversas razones e intereses, 
en tiempos y espacios diferenciados. Precisamente, sería a causa del tiempo 
transcurrido y de las debilidades o fuerzas mostradas por ellos y por el bando 
federal, lo que fue permitiendo la coordinación de las actividades en contra de 
este último. 

Tal ambivalencia de intereses se ve asimismo reflejada a lo largo de toda la guerra, 
especialmente por un trasiego pendular de cuadros militares, tanto de origen 
centroamericano, como extranjero entre el bando federalista y el centralista 
y, aún más, entre las fuerzas, los propios estados opuestos al de Guatemala. El 
recuento de las acciones, las movilizaciones y los costos –de los que se puede 
hacer un balance general– también muestra que no nacieron de forma unificada 
ni planificada.

20 García Granados, Memorias, II, pp. 249-254.
21 Montúfar y Coronado (b), Memorias, p. 117.