La primera guerra federal centroamericana, 1826-1829

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empezase a discutir su separación del mando, la que su compatriota y fiel aliado 
Cañas apoyó y que las autoridades del estado El Salvador exigían desde el inicio 
de la contienda en 1826. Una medida que despejó las contradicciones subsistentes 
con Guatemala, estado que abiertamente pasó a hacerse responsable del frente 
de batalla y del bando centralista.

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En esas condiciones se reorganizaron las tropas salvadoreñas bajo las órdenes de 
Prem, quien se lanzó contra mejicanos, haciendo capitular a Montúfar el 18 de 
agosto de 1828.

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 Tal capitulación dejó en claro el papel jugado por las familias 

de la élite guatemalteca en el seno de la oficialidad federal, pues junto a este fueron 
hechos prisioneros su hermano Juan y dos de sus sobrinos, José Antonio Palomo 
y José Batres Montúfar. Poco después, varios oficiales federales fueron detenidos 
en la frontera entre Guatemala y Honduras, y remitidos a San Salvador. Entre 
estos estaban Joaquín y Miguel García Granados, ambos parientes de Montúfar. 
Todos fueron concentrados en una casa de la capital salvadoreña: un total de 18 a 
20 oficiales federales.

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 Ello obligó al repliegue de las tropas guatemaltecas hasta 

la capital federal a finales de 1827. 

Paralelamente, Morazán preparaba la invasión de Guatemala al mando de las 
fuerzas combinadas. El primer paso fue situarse a inicios de 1829 en la frontera 
a la altura de Ahuachapán y requisicionar caballos y alimentos en los pueblos 
inmediatos, así como pedir contribuciones forzosas. Pronto los esfuerzos bélicos 
guatemaltecos se centraron, desde 1828, en la construcción de una triple 
línea defensiva de la Ciudad de Guatemala. La primera de ellas era un anillo 
que contornaba la ciudad, aprovechando los barrancos que la rodeaban. El 
problema, según García Granados, era que para defender con éxito tal espacio, 
se necesitaba un ejército cuatro veces mayor que el del ejército federal. De las dos 
líneas defensivas interiores, solo la cercana a la plaza fue concluida, consistiendo 
de un cordón de barricadas y parapetos bastante vulnerables por estar dominados 
por las alturas de las casas. Realmente donde el ejército guatemalteco se podía 
atrincherar era en las iglesias y edificios principales capitalinos, de ahí que la 
primera resistencia se diese manzana por manzana, calle por calle, casa por casa. 

17 Montúfar y Coronado, Memorias, p. 104 y ss.
18 Montúfar y Coronado, Memorias, p. 110 y García Granados, Memorias, II, pp. 327-232
19 García Granados, Memorias, II, p. 233 y ss.