Nación y estados, republicanismo y violencia
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guatemalteco, que tuvo por objetivo central la derrota del bando centralista con
la capitulación de la Ciudad de Guatemala.
Como se ve, salvo el caso del primer frente, el segundo y el tercero se abrieron
simultáneamente, por una reacción de causa efecto, aunque con acciones en
el tiempo separadas, lo que les permitió a sus actores levantar tropas, sopesar
alianzas y tomar iniciativas de carácter estratégico. La anhelada toma de San
Salvador hubiese cambiado el curso de la guerra e impedido que Morazán fuese
capaz de lograr armar un ejército superior en número y manejo de la guerra,
pero su empantanamiento, militarmente hablando, marcó la derrota estratégica
de las tropas federales. El bando aliado, que se reorganizó a finales de 1828 como
producto de la superación de las contradicciones históricas y constitucionales
entre las tropas de El Salvador, Honduras y Nicaragua con la conformación
de una fuerza militar interestatal –el mencionado ejército aliado protector de
la ley– coincidió en la necesidad de poner fin por medio de la profundización
de la guerra a la hegemonía ístmica de los guatemaltecos, conscientes de que
la élite chapina había apostado abiertamente por las armas e involucrado a sus
mejores hombres en la guerra. Luego, la década de 1830 mostraría los límites de
tal alianza y, por tanto, de la capacidad negociadora de Morazán, quien terminó
actuando como bombero en los sucesivos fuegos provocados por las ambiciones
de las diferentes élites estatales del istmo.
Sin embargo, el testimonio de los tres actores aquí abordados deja en claro que
el triunfo aliado no se hubiera podido producir sin el papel clave que jugaron los
oficiales extranjeros. El papel de los colombianos Merino y Prem en la formación
de tropas salvadoreñas disciplinadas y en la introducción de tácticas militares
aprendidas durante las guerras de independencia en Suramérica, o el de los
franceses Raoul y Saget durante el sitio y toma de la Ciudad de Guatemala, entre
marzo y abril de 1829.
De hecho, la derrota federal-guatemalteca en la batalla de Milingo en mayo de
1827, fue el principio del fin de la iniciativa federal, máxime que la contraofensiva
que el presidente Arce lanzó hasta Nicaragua, llegando a Cujiniquilapa,
Chinandega, terminó por ser un fracaso al perder alrededor de 1 000 hombres
por su ineptitud militar, la deserción y las enfermedades. Ello implicó que se