La primera guerra federal centroamericana, 1826-1829

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todo sabiendo que contaban con partidarios en varias ciudades del istmo. Para 
los sansalvadoreños, la opresión económico-política de la élite guatemalteca les 
impedía moverse con el grado de soberanía que deseaban en su propio territorio 
y ejercer una vigilancia sobre los asuntos de Honduras, la cual les garantizaría 
una salida hacia el mar Caribe sin pasar por la ruta guatemalteca del Golfo. Una 
realidad que les daría el papel de fiel de la balanza en el seno de la Federación. 

La decisión del jefe Prado de invadir a Guatemala en febrero de 1827 para 
derrocar a Arce implicó una fractura en las tropas del estado salvadoreño, pues 
algunos jefes militares fieles a Arce se pasaron al ejército federal. Además, los 
distritos de Santa Ana y Sonsonate se separaron del gobierno salvadoreño.

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Un hecho que va a posponer la formación del aparato de estado en El Salvador 
y que fue el preludio de las contradicciones surgidas posteriormente con el 
desplazamiento de la capital de la República de El Salvador y el surgimiento de 
un distrito federal, siguiendo la tradición estadounidense. En el mediano plazo, 
esta medida debilitó a la élite sansalvadoreña como lo demostró el enfrentamiento 
a inicios de 1834 entre el jefe Joaquín de San Martín –nacido en Honduras– y el 
presidente Morazán.

La invasión salvadoreña permitió el reclutamiento de tropas del lado guatemalteco 
y de colectas, apelando ya a un sentimiento localista con tintes protonacionales, 
de la misma forma en que los salvadoreños lo habían hecho en 1 822 ante la 
intervención de Filisola y sus aliados guatemaltecos. Asimismo, apareció de 
ambos lados el discurso de la causa “justa” (un interesante recurso de Montúfar y 
Coronado a la doctrina cristiana de la “guerra justa” defendida por san Agustín y 
santo Tomás de Aquino). Sin embargo, el error estratégico de los federales estuvo 
en calcular que se podía tomar San Salvador con la misma fuerza con que se 
contuvo a los salvadoreños en Arrazola, es decir, 2 000 hombres. Era no contar 
con la masiva movilización de los salvadoreños en defensa de su suelo, tomando 
en cuenta el antecedente de 1 822.

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9 Montúfar y Coronado, Memorias, p. 62 y ss.
10 ibid., pp. 63-64.