La primera guerra federal centroamericana, 1826-1829

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Ahora bien, no será una sola guerra la que obtenga resultados en el corto plazo 
para los ingresos estatales, sino serán consecutivas guerras las que a la larga 
beneficiarán al Estado. En el siglo XIX los países centroamericanos enfrentarían 
muchas pequeñas y grandes guerras. Buena parte de la fiscalidad de los estados 
centroamericanos se desarrolló al lado de las aventuras bélicas y del aumento o 
crisis del comercio, hasta que la exportación de productos primarios en gran escala 
consolidó las bases fiscales muy entrado el siglo XIX. Sin embargo, no todo es 
color de rosa, pues las exigencias de ingresos para la guerra afectaban al conjunto 
de los sectores sociales: descapitalizaban las fortunas y se convertían en exacciones 
opresivas en la gente común, lo cual afectaba sus limitados ingresos y su poca 
capacidad de acopio numerario, al ser común la destrucción de cosechas y campos 
de cultivo. Un agravante resultaba ser el de los costos de la requisa de animales, 
ropa y alimentos, que terminaba por elevar los precios y atacar directamente a 
la riqueza campesina, situación que resultó evidente en el oriente guatemalteco 
y el occidente salvadoreño, áreas de exigencia militar debido a sus cercanías con 
el frente. Estos costos nunca eran tomados en cuenta en las cifras estatales pues 
las autoridades en sus cálculos disociaban los costos pagados por la sociedad.

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Coyunturalmente, también afectaba la circulación monetaria creando escasez 
de circulante al concentrar en las arcas estatales las monedas y acopiar la plata 
para convertirla en moneda. De esta manera se pagaba el prest (remuneración 
de soldados y oficiales) y algo más incierto como era el pago de las requisiciones 
aceptadas legalmente. Al final todo se traducía en consumo, pero ¿consumo 
dónde? No podía ser más que en el teatro de la guerra y en las áreas de requisición, 
de recursos, animales y comida para las fuerzas militares. De esa forma las élites 
y una cantidad de aventureros pobres y medianos sacaban beneficios, unos 
capitalizaban y otros tenían satisfacciones momentáneas. Para el resto de sectores 
significaba una potencial pérdida. Lo cierto es que la guerra significaba pérdidas, 
pero también transferencia de numerario y de capital, que quizás no compensaba 
las destrucciones pero generaba una economía monetaria coyuntural.

56 Las requisas era una de las formas más resistidas. Las fuentes mencionan varios casos de 

protestas o de demandas al respecto. Un cuadro muy ilustrativo sobre las destrucciones de 

edificios en las poblaciones salvadoreñas puede verse en Héctor Lindo Fuentes. La economía de 

El Salvador en el siglo XIX, 91. También véase Montúfar en relación con las depredaciones de 

siembras, el robo del comercio en Chiquimula y el incendio de Santa Ana, Manuel Montúfar, 

op. cit., pp. 140-143 y 147.