Nación y estados, republicanismo y violencia
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logística. Desde Santa Ana salían las expediciones a los frentes de batalla, las
cuales generalmente se dirigían a mantener el cerco sobre San Salvador o hacer
movimientos para fortalecer su dominio en la región: control de Ahuachapán
y de Sonsonate e Izalco. En especial, esta resultó muy activa en el año 1828,
en la medida que los salvadoreños alcanzaban una mayor movilidad, al grado
que pequeñas partidas penetraban Guatemala hasta Cuajiquinilapa (Cuilapa).
Ahora bien, el papel de Santa Ana no se limitó a ser el punto logístico obvio y
obligado, los miembros de la élite política y económica de esa ciudad se apoyaban
políticamente con la élite guatemalteca, lo que los sansalvadoreños miraban con
mucha suspicacia.
En efecto, el asunto de la Alcaldía Mayor de Sonsonate y luego de las adhesiones
de las ciudades a El Salvador o Guatemala, indicaba que las elites de esos pueblos
se encontraban igualmente fragmentadas en posicionamientos políticos y en
construcción de intereses económicos. No obstante, también prevalecía cierto
pragmatismo acomodaticio que emanaba de las lealtades locales. Al final de
cuentas, el apoyar a uno u otro bando tenía mucho que ver con la presencia militar
de uno u otro estado federal para inclinar las adhesiones o para verse forzados a
colaborar. La fragmentación simbólica de los posicionamientos de esas ciudades
puede notarse en el juego de las negociaciones: a finales de 1826, cuando Arce
convocó a efectuar un congreso conciliador en Cojutepeque, los salvadoreños
replicaron hacerlo en Ahuachapán, o cuando el alcalde de Santa Ana y el jefe
político de Sonsonate plantearon separar Ahuachapán de El Salvador, el alcalde
de esta última rechazó tal posibilidad aduciendo que lo que deseaba el estado
salvadoreño era seguridad y que Guatemala no debía inmiscuirse en sus “negocios
interiores”; un reconocimiento tácito de su adhesión a San Salvador.
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3. Estado y guerra. La perspectiva local como negociación obligada
La historia de la construcción del Estado ha sido dominante. Tanto la del
Estado, como espacio territorial donde se ejerce un poder centralizado –que
en el período se confundía con la noción de país– como la de la construcción
de ese poder centralizado. Como se ha señalado existe un reconocimiento
generalizado sobre la inestabilidad en su construcción en la mayor parte del siglo
XIX. En Centroamérica esa inestabilidad se produjo, en primer lugar, porque la
49 BCB, Misceláneas 10109, Al Gefe (sic) Político; ANCR, Federal, p. 83.