Nación y estados, republicanismo y violencia

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Esa centralización de las decisiones en una persona destacada se unía a un estilo 
de dirigir según fuera su conveniencia y convicción, de ahí el fuerte carácter 
personalista. En ocasiones, tal comportamiento puede relacionarse con la idea de 
notable; es decir, con aquel personaje que juega un papel importante, tiene fortuna 
y es reconocido en determinada comunidad. En la idea de notabilidad domina 
una connotación de moral social en el individuo, lo que no necesariamente era el 
caso de muchos caudillos y personalistas. El sentido personalista que rescatamos 
para nuestro período en cuestión había tenido su origen en el proceso eleccionario, 
conformado por pequeñas militancias activas vinculadas a sus dirigencias. Estas 
se expresaron con fuerza a partir de 1820 al renovarse la participación electoral 
en función de las truncadas Cortes de Cádiz y, por supuesto, se desarrollaron aún 
más tras la movilización independentista.

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 El voto era una expresión colectiva 

donde la dirigencia se esforzaba en mantener lazos clientelares que permitieran 
reunir a votantes decididos, por lo que lo importante del personalismo era su 
orientación hacia la acción coyuntural.

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El recurso de las armas para enfrentar los múltiples rivales convertidos 
discursivamente en enemigos, surgía de la forma en cómo se dirimían los 
problemas en el plano institucional y en el electoral. La formación de intereses 
políticos es uno de los temas claves en este período, intereses que están llenos 
de ambigüedad operativa y que están sujetos al posicionamiento ocasional de 
la dinámica política que no se encontraba institucionalizada.

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 Esta situación 

circunstancial hacía que la toma de decisión por participar estuviera vinculada al 
tema que se discutía en el momento. Durante el período estudiado eran álgidas 
las discusiones políticas que se presentaban como “posicionamientos volátiles” 
entre enfoques políticos, coyunturales e ideologizados, en el marco de una disputa 
que comenzaba a definirse en torno a las maneras de ver los objetivos a alcanzar 

13 Luis Pedro Taracena, Guatemala: la política en la postindependencia, pp. 109-143.
14 Hilda Sábato, La reacción de América, p. 10.
15 En política hay dos dimensiones de la ocasión: a) aquel momento que al presentarse obliga a 

asumir posiciones inmediatamente, –es el que nos hemos estado refiriendo– y b) la búsqueda 

o construcción del momento oportuno (la ocasión) de decir o hacer algo para lograr un 

determinado fin. Sobre este último véanse las interesantes observaciones de Castro Leiva. Luis 

Castro Leiva. De la patria boba a la teología bolivariana, p. 219.