Nación y estados, republicanismo y violencia
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limitaban el reclutamiento a hombres jóvenes
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que constituían parte importante
de la fuerza productiva de comunidades muy pequeñas. Así por ejemplo los 15
hombres provenientes de la localidad de Escazú
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(situada a unos 10 km al oeste
de San José) debieron representar una parte considerable de los hombres en edad
de servicio en una localidad que contaba con menos de 2 500 habitantes.
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El peso del servicio federal debió ser una carga importante para los habitantes
de las comunidades del Valle Central costarricense, pues el mismo implicaba no
solo los riesgos propios de la vida militar (lo que incluía un largo viaje hasta
Guatemala), sino también la posibilidad de dejar a sus familias en una situación
económica complicada.
Ante esta perspectiva se recurrió a hacer uso del reclutamiento como castigo a
comportamientos considerados peligrosos, solicitando a las municipalidades la
elaboración de listas de vagos y demás delincuentes que pudieran ser enviados
al Ejército federal. La confección de las mismas se complicó porque muchos
hombres simplemente huyeron hacia los “montes” como medio para escapar del
reclutamiento.
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16 Las ordenanzas militares coloniales (vigentes en Costa Rica durante casi todo el siglo XIX)
establecían que el reclutamiento debía efectuarse entre hombres entre 16 y 40 años: Ordenanzas
de S. M. para el régimen, disciplina, subordinación y servicio de sus Exercito (sic). Tomo I, Titulo IV,
Artículo 11. Madrid, Secretaria del despacho Universal de la guerra, 1768, p. 21. Con ligeras
variaciones, ese rango de edad se mantuvo como la norma en los reglamento militares del país,
por ejemplo, en 1834 las autoridades costarricenses establecen: “los alistamientos deben hacerse
entre los hombres desde edad de dies (sic) y seis hasta cuarenta años” Reglamento de milicias, 1834. ANCR.
Congreso 3373, f. 4.
17 Revista de comisario del Batallón Costa Rica del Ejército federal. ANCR. Fondo: Guerra y Marina.
Signatura: 9656.
18 Lo mismo podríamos decir de Barva población que con poco más de 1000 habitantes aportó
11 elementos a las tropas que partieron a Guatemala en 1826. Adjunto al mensaje del Jefe del Estado
al congreso, 1829. ANCR, Fondo: Congreso. Signatura: 11209.
19 Malavassi, op. cit., p. 33. Al parecer “la huida al monte” fue un mecanismo común para
evitar el reclutamiento en Costa Rica (como en otros lugares de América), por ejemplo en
1856 las autoridades costarricenses se quejaban de las dificultades que tenían para reclutar
hombres para la guerra contra los filibusteros: Fernández, “Los ejércitos expedicionarios
costarricenses”, 2011, p. 98. Curiosamente en las memorias del jefe de los filibusteros se
encuentra una queja similar en la cual Walker atribuye a los gobernantes centroamericanos la
culpa de esta costumbre por recurrir habitualmente a la leva forzosa para obtener soldados:
William Walker, War in Nicaragua, 1860, p. 98.