La primera guerra federal centroamericana, 1826-1829

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de gobierno”.

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 El federalismo en la agenda política de Costa Rica permitía 

mantener autonomía y fomentar sus intereses comerciales.

El estallido de los conflictos en 1826 fue el momento en que los costarricenses 
mostraron la coherencia de esos pensamientos. El 2 de julio, junto a El Salvador, 
retiraron sus diputados, rompiendo el quórum del Congreso, y en carta de octubre 
del mismo año pidieron que se trasladasen las autoridades federales a otro lugar 
fuera de Guatemala.

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 El punto central de este reclamo fue que, en caso de que 

no se llevara a cabo el traslado, Costa Rica no reconocería las decisiones del 
poder ejecutivo, tomadas en sesiones donde los diputados de Guatemala fuesen 
más que el total de los diputados de los demás estados federales.

31

El 8 de octubre de 1827, antes de los acontecimientos de Santa Ana, el gobierno 
de Costa Rica envió una carta con una amenaza al gobierno federal (ver Anexo).

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En esta comunicación demandaba el reestablecimiento del orden federal, el fin 
de los conflictos de facciones y que se terminaran las luchas armadas, porque:

(…) si se desechasen sus clamores por el mismo genio del mal que ha 
desquiciado los fundamentos del pacto federativo y roto, de otra parte, 
todos los vínculos legales, tal vez concentrándose en sí mismo y consultando 
a su estabilidad y conservación, que es la primera ley, buscará el asilo y 
protección de un Gobierno sólido, análogo, fuerte y poderoso, bajo cuya 

29 “Cartas”, 

RAN, tomo 1, núms. 1-2, San José, 1936, pp. 117-118.

30 Esta posición parece ser clave, y una opinión compartida. Según Manuel José Arce “Costa Rica 

y El Salvador eran las únicas tablas en que podía escaparse del naufragio”. Arce, Memorias

1830, p. 19. 

31 Según Adam Szaszdi este movimiento de El Salvador y Costa Rica tuvo como segundo 

objetivo salvar a Manuel José Arce de una causa contra él en el Congreso. En distintos 

momentos se llevaron a cabo acciones conjuntas entre ambos estados, al punto que Pablo 

Alvarado en una de sus cartas, ya desde 1823, señala que “a mí me aborrecen a muerte, 

por ser un salvadoreño de opinión”. “Cartas”, RAN, tomo 1, núms. 1-2, 1936, pp. 116-117; 

Szaszdi, Nicolás, 1958, pp. 73-74.

32 Según Marure el jefe de Estado de Costa Rica compartía la posición del “partido dominante 

de Guatemala”, pero se había mantenido en la “más estricta neutralidad y no se había ingerido 

en la disputa, sino para inclinar a los contrincantes a un acomodamiento amistoso”. No 

obstante, conforme avanzó el conflicto se decidió a “hablar a los partidos un idioma franco, 

pero vigoroso y capaz de atraerlos al orden, sino por convencimiento, por el temor de una 

desmembración ruinosa para la República”. Marure, Bosquejo, 1878, p. 80.