Nación y estados, republicanismo y violencia

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El jefe de Estado definió esta política como “una conducta imparcial, 
moderada y amistosa con los gobiernos de los partidos beligerantes, sin entrar 
en comportamientos hostiles, o que de alguna manera pudiesen perjudicar la 
tranquilidad y dignidad del Estado, sus intereses y relaciones”.

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 Pero, como 

parte del conjunto de la República y en atención a esos intereses y relaciones, el 
estado de Costa Rica no podía tampoco dejar de participar, dentro de la medida 
de sus posibilidades y de acuerdo a su meta última, en la conservación de la 
estabilidad regional, la que permitiría un comercio estable.

Los diputados de Costa Rica en el Congreso federal eran cuatro, el médico Pablo 
Alvarado y los presbíteros Luciano Alfaro, José Antonio Alvarado y Juan de los 
Santos Madriz. De estos, el primero fue el más relevante por sus posiciones y 
participación en las discusiones que abanderó desde 1823, la anexión de Nicoya 
y la independencia con respecto al obispado de Nicaragua.

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 Aunque no logró 

un liderazgo, sus posiciones sí llegaron a las actas, dejando también una visión de 
la política interna del Congreso en sus cartas.

Según este, “ninguna provincia está tan obligada a sostener el federalismo como 
la nuestra, porque ninguna es tan independiente de las demás, por la naturaleza 
y su interés propio como la nuestra. Si ella pues, se deja envolver, obrará contra 
la naturaleza y su interés propio”. Consecuencia de esta posición “si se llega 
a mudar la forma de gobierno nos separaremos nosotros [...], o solo quedará 
confederada con estas como una potencia muy lejana y sospechosa en su forma 

27 Ver cita 365.
28 Payne, “Pablo” [en línea], Asociación para el fomento de los estudios históricos en Centroamérica

<http://www.afehc-historia-centroamericana.org/?action=fi_aff&id=3032> [Consulta el 

17 de agosto de 2012]. La independencia de Costa Rica no significó el fin de los contactos 

hacendarios y administrativos con Nicaragua, en especial con respecto al obispado. Costa 

Rica no tuvo un obispado propio, dependiendo del de León hasta la década de 1850, con lo 

que los diezmos y otros rubros eclesiásticos y de obras pías eran enviados a Nicaragua. Sobre 

esto señala Alvarado “Todos son el lenguaje del infeliz seductor del patriotismo europeo, el 

fanatismo tiránico de los obispos de España, inseparable, en estos payses [sic], de sus corazones 

siempre obstinados en sostener la dominación española en ellos [...], son cocodrilos que lloran 

por lo que queda; tigres vestidos de cordero, qué más quieren beber sangre que unirse con sus 

semejantes para excusarles; tizones incendiarios más bien que agua de bendición, ¡Infelices de 

vosotros si no me creéis!”. “Cartas”, RAN, tomo 1, núms. 1-2, San José, 1936, pp. 105-106.