La primera guerra federal centroamericana, 1826-1829
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conflicto y definición de los límites de la autonomía política de cada territorio.
Así El Salvador entró en competencia con Guatemala por el proyecto estatal
más ajustado a la realidad centroamericana, centralizada o federal,
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a lo que
los demás estados –o grupos de notables en la cabeza de cada uno de ellos–
respondieron según su interés.
Alejandro Marure llamó la atención, sobre este mismo tema, al señalar que el
resentimiento que Manuel José Arce tuvo, inició con el “agravio” que recibió
de “las familias de Guatemala en tiempo de la dominación mejicana”.
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Las
luchas faccionales
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tuvieron como consecuencia, tras la independencia en toda
Hispanoamérica, altos niveles de violencia.
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En el caso de Centroamérica estos
se hicieron presentes en el proyecto de unión centroamericana, y se tradujeron en
un conflicto armado, que mostró los límites del proyecto federal y marcó su fin.
7 Estas dos opciones son más claras que las de liberal y conservador que son usadas por muchos
autores. Como en el caso del Río de la Plata, donde los estudios se han centrado en su
mayoría en la tendencia de los proyectos al centralismo (unitarismo) o el federalismo,
mediados por la política facciosa y local en diferentes momentos hasta 1861. Lo que
está en discusión no es la ideología política –que puede ser un factor entre otros en una
formación facciosa–. Lo que importa es el control del poder en términos generales, y la
dirección de la organización y participación política –cuya contra cara es la exclusión
política y económica– como respuesta de esto, que es lo que resienten los grupos de
notables en cada estado. De igual manera Arturo Taracena “Nación…” (1995, pp. 47 y
49) plantea la dicotomía centralista-federalista en sustitución de la liberal-conservador,
y además muestra la contraposición entre “pueblo y pueblos”. Sobre este tema puede
verse el clásico Tulio Halperín Donghi, o el trabajo más nuevo de Ignacio Zubizarreta.
Halperín, Revolución, 2da ed., 2010; Zubizarreta, “Unitarios”, 2011, cap. 2.
8 Marure,
Bosquejo, libro III, cap. VIII, p. 6.
9 Según Jeremy Boissevain las facciones son coaliciones, alianzas temporales, entre
individuos o grupos bajo la dirección de un líder. Estos grupos persiguen metas acotadas
y concretas en períodos específicos, lo que lleva a este autor a verlos como privados de
ideología, la cual ganan solo si logran constituirse como un partido orgánico, a través de
instituciones. Zubizarreta por su parte muestra que la ideología, en conjunto con otros
factores –como los intereses regionales, personales, económicos, etc.–, constituyen un
elemento clave en la dinámica faccional. Boissevain, Friends, 1974, 199-200; Zubizarreta,
“Unitarios”, 2011, pp. 66-67.
10 Esto aparece claramente en los trabajos del más reciente libro de Manuel Chust e Ivana
Frasquet, pero además se apoya en el trabajo de Frédéric Chauvaud, que señala que este
fenómeno de violencia política estaba lejos de ser exclusivo de la América hispánica y
portuguesa, reproduciéndose en el contexto socio-político europeo y occidental en general.
Ver Chust y Frasquet, Patria, 2012; Chauvaud, “L’homme”, 2008.