Nación y estados, republicanismo y violencia
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se convirtieron en prestamistas del estado salvadoreño.
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Algunos de ellos, como
Blanco, combinaron el trato favorable recibido con el precio del añil antes
mencionado con la exención de la alcabala marítima como forma de pago del
estado por el dinero prestado, restringiendo así la posibilidad de aumentar la
liquidez en la hacienda pública. Esta había empezado a funcionar en el círculo
dependiente de los grandes comerciantes centroamericanos o extranjeros unidos
entre sí por sus intereses económicos y, al mismo tiempo, miembros activos de los
gobiernos como fue el caso de Mariano Aycinena o José María Blanco.
2.4. El caso salvadoreño
Conviene aquí hacer una reflexión relativa al caso salvadoreño. Las finanzas
públicas salvadoreñas fueron un espacio de negociación permanente con los
sectores mercantiles, los únicos con los recursos suficientes para ayudar al gobierno.
Lejos de una fiscalidad en sentido moderno, se trataba de prácticas fiscales de
corte colonial como las tercenas que reforzaron el poder privado de algunos
grupos sociales en lugar de crear una poderosa fiscalidad pública que sostuviera la
institucionalidad estatal .
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Ello indica las particularidades latinoamericanas del
proceso de conformación estatal que se alejan de lo planteado en el caso europeo
puesto que no se crearon nuevos cuerpos de burócratas hasta bien entrado el siglo
XIX, cuando la escena política era más estable.
Nos aventuramos a presentar a la sociedad salvadoreña como principal sostén
de la guerra, porque además de tener una estructura fiscal adecuada para suplir
las necesidades de los ejércitos aliados, los recursos utilizados por los federales
procedieron de los pueblos de la región occidental salvadoreña y porque la mayor
parte del tiempo los encuentros se dieron en suelo salvadoreño. Arce aprovechó
para organizar las rentas de los departamentos que ocupaban sus tropas.
La situación de las tropas federales fue cada vez más débil. Respecto al Cuartel
General de Santa Ana, sabemos que en agosto de 1828 era imposible sostenerlo,
pues el funcionamiento del hospital y el abastecimiento de la guarnición suponían
un presupuesto de 902 pesos, mientras que los productos de las rentas eran de 650
80 Véase Cuadro 5 en Anexo.
81 Etchechury,
La fiscalidad de la “guerra permanente”, pp. 15-18.