La primera guerra federal centroamericana, 1826-1829
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En su célebre Bosquejo histórico de las revoluciones en Centro América, publicado en 1837,
Alejandro Marure definía a los federalistas como liberales y a los centralistas
como serviles. Aún no utilizaba el término “conservador” para conceptualizar a
estos últimos en la medida en que este había sido apenas acuñado por François-
René de Chataubriand luego de fungir entre 1818 y 1820 como editorialista
del periódico Le Conservateur y con el propósito de definir a aquellos políticos
que se oponían a las ideas y resultados de la Revolución francesa –incluida
la era bonapartista– y, de forma más general, a la herencia de la Ilustración,
defendiendo de paso la necesidad de restauración de varios elementos políticos
y sociales del antiguo régimen.
En Centroamérica, la derrota de los centralistas en 1829 y su consecuente
expulsión a países como Estados Unidos, México y Cuba, los llevó a adherirse
en la década de 1830 al naciente pensamiento conservador. De esa forma, le
dieron contenido teórico a su pensamiento por medio de varios escritos, entre
los cuales destacaron los denominados “Toros amarillos” del obispo Juan José de
Aycinena, publicados en la ciudad de Filadelfia bajo los títulos de Reflexiones sobre
reforma política en Centroamérica (Don José Calleja Unane, 1832) y Otras reflexiones
sobre reforma política en Centroamérica (Impreso por E. G. Dorsey, 1833).
2
El primer conflicto simbólico entre las autoridades federales y las del estado
de Guatemala, controlado por los liberales, se dio con el protocolo para las
celebraciones oficiales en la catedral de la Ciudad de Guatemala, el 24 de junio
de 1825. Surgió en torno a si las primeras –autoridades federales– debían de
tener el lugar principal en el estrado durante la celebración del aniversario de la
instalación de la Asamblea Nacional Constituyente. Prioridad contestada por el
jefe del departamento de Guatemala, el “fiebre” Gregorio Salazar, al considerar
que en un sistema federal las autoridades de los estados que lo integraban estaban
en igualdad de condiciones que el Ejecutivo de la Federación. Indudablemente,
detrás de este alegato no solo estaba una estrategia para acotar el poder del
presidente Manuel José Arce y de su gabinete, sino que ponía de manifiesto a
nivel simbólico las diferencias históricas entre el pensamiento de quienes hasta
hacía poco habían estado adscritos, durante la Independencia, al bando “fiebre”
2 Véase: Arturo Taracena Arriola y Jean Piel (Compiladores). Identidades nacionales y Estado
moderno en Centroamérica. San José. Editorial Universitaria, 1995. (Colección Istmo).