Nación y estados, republicanismo y violencia

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El préstamo de 40 000 pesos, emitido en abril de 1827, fue exigido con el objetivo 
de que el peso de la guerra no recayese únicamente sobre los habitantes de la 
Ciudad de Guatemala. Por ello, esta fue excluida del todo de la carga, con lo cual 
se entiende parte de las cifras. El papel de primer orden de Sololá, que abarcaba 
también a Suchitepéquez, es a primera vista contradictorio con respecto a 
la recaudación de la contribución. Ello se explica por el hecho de que buena 
parte de estos préstamos fueron exigidos a los “pudientes” locales: ganaderos 
y comerciantes que podían presentar tanta resistencia como las comunidades 
indígenas en el caso de la contribución. No obstante, un hecho importante fue 
que varios de estos propietarios apoyaban el papel de las autoridades estatales 
y federales. Por su parte, aquellas cifras provenientes del departamento de 
Guatemala fueron aportadas sobre todo por los propietarios de haciendas al 
este y sur de la capital, tales como los ganaderos en el Valle de Santa Rosa. En 
Sacatepéquez, desde el inicio, la mayor parte de los préstamos fueron obtenidos 
de Antigua Guatemala y sus alrededores. Los demás departamentos de Los 
Altos también participaron activamente en ello, mostrando cómo esta región 
se había convertido en la retaguardia del gobierno desde una fecha temprana 
del conflicto.

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 En Verapaz, como se verá más adelante, la participación de los 

dominicos fue de primer orden. Por último, no se registraron aportes monetarios 
en Chiquimula, hecho que se puede explicar por la contribución con soldados, 
suministros y caballos por parte de los pueblos de dicho departamento, al ser 
zona fronteriza con Honduras y El Salvador. Así, existió un aporte –no del todo 
cuantificable por las fuentes que nos han llegado– del papel de Chiquimula en la 
guerra durante esta etapa.

La nueva campaña militar, iniciada durante las primeras semanas de 1828 –momento 
en que Aycinena leyó el mensaje ya citado– obligó a las autoridades a garantizar 
mayores recursos para suplir las necesidades más urgentes de las tropas, las cuales, 
entre soldados y oficiales, rondaban más de 2 000. A lo largo del año se pidieron tres 
grandes préstamos: el 5 de enero por 100 000 pesos; el 18 de abril por una cantidad 
que oscilaría entre 45 000 y 60 000 pesos y otro a finales de agosto. Se agregarían más, 
pero la etapa final de la guerra no permitió ya que se cobrasen en forma efectiva. Cada 

18 Arturo Taracena, Invención criolla, pp. 127-130.