La primera guerra federal centroamericana, 1826-1829
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departamentos, retirasen su apoyo al gobierno centralista. Familias que estaban
respaldadas por políticos (da ejemplo, el padre Fernando Antonio Dávila), que
“no conocen más patria que sus mezquinos intereses”. A ello se sumó la torpeza
de las providencias poco filosóficas del jefe Aycinena en materia de libertad
de prensa, manejo electoral y las contradicciones entre la capital y Antigua
Guatemala.
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Es decir, el error de haber permitido que en la ciudad de Antigua
se concentraran todos los fiebres derrotados del año 1826; una ciudad que había
sido tan teocrática, pero que ahora –bajo el influjo de Gálvez– se había vuelto
entusiasta por la revolución.
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i) El peso del sentimiento de pertenencia, según Montúfar y Coronado, se vio
reforzado por la necesidad de un ajuste de cuentas e hizo que salvadoreños y
hondureños se uniesen para poner fin al dominio guatemalteco, cuyo estado
que no fue capaz de construir un sentimiento de unidad, al no poder prescindir
de sus discordias internas, como sí lo hicieron los salvadoreños.
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Si bien antes
de la Independencia el influjo militar era desconocido en Centroamérica, al
punto que no había carrera militar en el sentido estricto del término y que fue
determinante para que la emancipación no fuese cruenta, este surgió en el marco
de un enfrentamiento de “hermanos entre hermanos”, que marcaría el carácter
de la desunión centroamericana. De ahí que a la primera Guerra Federal la
denominase como “guerra civil”.
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Para García Granados, el descalabro militar
de El Salvador, más el fracaso de las conferencias negociadoras (Ahuachapán
y Ballesteros) por encontrar una salida negociada al conflicto, determinó que
el concepto principal sobre una victoria militar se centrase finalmente en la
toma de la capital de la Ciudad de Guatemala, agravando los resentimientos
entre guatemaltecos y salvadoreños.
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De manera premonitoria, Montúfar y
Coronado advirtió en 1831, que los que triunfaron en dicha guerra civil “no han
podido producir otra ventaja que la temporal suspensión de unas hostilidades
que se renovarán tarde o temprano. Los que vencieron se reían asegurados con
la expulsión y el empobrecimiento de todos los que podían contrariarles, pero
85 Montúfar y Coronado, Memorias, p. 107 y p. 114.
86 ibid., p. 117 y pp. 120-121.
87 ibid., p. 133.
88 ibid., p. 217 y p. 222.
89 García Granados, Memorias, II, p. 247 y p. 273.