Nación y estados, republicanismo y violencia

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Por su parte, las tropas guatemaltecas también vieron aumentar el número de 
su tropa por la incorporación de salvadoreños sanmigueleños, muchos de ellos 
opositores a San Salvador

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 y, aún más, por “santanecos”. Durante la segunda 

avanzada hacia San Salvador en julio de 1827, el ejército federal logró formar 
una división compuesta por 800 hombres, con un cuerpo conformado casi en su 
totalidad por reclutas “volcareños”. La razón era que esta ciudad mantenía su 
lealtad al gobierno federal y peleaba, según García Granados, porque se diese la 
“toma de San Salvador”.

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 Ello plantea el tema de la existencia de sentimientos 

protonacionales tan solamente en ciertos espacios urbanos –en general en las 
capitales de los estados federales y los poblados sobre las que sus élites ejercían una 
hegemonía– y no en el conjunto de los territorios de cada estado que componía 
la República federal. Una cartografía política que está por hacerse para esta 
primera Guerra Federal.

j) Ganar tiempo para rehacer tropas y preparar ofensivas. Según Córdova, cada 
una de las negociaciones que entablaron los guatemaltecos con las tropas aliadas, 
siempre se saldó con la ruptura del pacto por parte de las segundas. Estas se 
aprovecharon de las treguas para adquirir ventajas.

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 Una vez más, fue Merino 

quien introdujo en esta primera contienda federal la práctica de pedir conferencias, 
rompiendo posteriormente los acuerdos alcanzados,

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 lo que provocaba una la 

desmoralización en el enemigo por la continuidad de las acciones bélicas y la 
consecuente deserción de sectores de la tropa. En el caso de Santa Ana, el coronel 
Cáscara fue víctima de tal astucia, imponiéndose al ejército federal la necesidad 
de replegarse al estado de Guatemala debido a la importancia de las deserciones, 
al punto que este entró a la capital guatemalteca con apenas 650 hombres sobre 
los 2 000 que al inicio conformaban su tropa.

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49 ibid., II, p. 212.
50 ibid., p. 210.
51 [Córdova], 

Apuntes, p. 106.

52 Ello ya había sucedido durante la intervención de Filisola al mando de las tropas mexicanas en 

San Salvador en 1822-1823.

53 García Granados, Memorias, I, pp. 134-141.