Nación y estados, republicanismo y violencia
77
Por su parte, las tropas guatemaltecas también vieron aumentar el número de
su tropa por la incorporación de salvadoreños sanmigueleños, muchos de ellos
opositores a San Salvador
49
y, aún más, por “santanecos”. Durante la segunda
avanzada hacia San Salvador en julio de 1827, el ejército federal logró formar
una división compuesta por 800 hombres, con un cuerpo conformado casi en su
totalidad por reclutas “volcareños”. La razón era que esta ciudad mantenía su
lealtad al gobierno federal y peleaba, según García Granados, porque se diese la
“toma de San Salvador”.
50
Ello plantea el tema de la existencia de sentimientos
protonacionales tan solamente en ciertos espacios urbanos –en general en las
capitales de los estados federales y los poblados sobre las que sus élites ejercían una
hegemonía– y no en el conjunto de los territorios de cada estado que componía
la República federal. Una cartografía política que está por hacerse para esta
primera Guerra Federal.
j) Ganar tiempo para rehacer tropas y preparar ofensivas. Según Córdova, cada
una de las negociaciones que entablaron los guatemaltecos con las tropas aliadas,
siempre se saldó con la ruptura del pacto por parte de las segundas. Estas se
aprovecharon de las treguas para adquirir ventajas.
51
Una vez más, fue Merino
quien introdujo en esta primera contienda federal la práctica de pedir conferencias,
rompiendo posteriormente los acuerdos alcanzados,
52
lo que provocaba una la
desmoralización en el enemigo por la continuidad de las acciones bélicas y la
consecuente deserción de sectores de la tropa. En el caso de Santa Ana, el coronel
Cáscara fue víctima de tal astucia, imponiéndose al ejército federal la necesidad
de replegarse al estado de Guatemala debido a la importancia de las deserciones,
al punto que este entró a la capital guatemalteca con apenas 650 hombres sobre
los 2 000 que al inicio conformaban su tropa.
53
49 ibid., II, p. 212.
50 ibid., p. 210.
51 [Córdova],
Apuntes, p. 106.
52 Ello ya había sucedido durante la intervención de Filisola al mando de las tropas mexicanas en
San Salvador en 1822-1823.
53 García Granados, Memorias, I, pp. 134-141.