Nación y estados, republicanismo y violencia
73
aldeas y pueblos que se atravesaban.
32
A su vez, en tales caminos de herradura,
la tropa solamente podía avanzar en una formación de dos en fondo, haciendo
que dependiesen menos de sus oficiales que de los guías locales contratados, lo
que introducía el elemento azaroso de la confiabilidad.
33
f) El espectro de la deserción como resistencia y como descontento
. El primer
ejemplo de ello en el comportamiento de las tropas guatemaltecas se dio a
raíz del triunfo en Arrazola, el cual se tradujo en la deserción de los reclutados
que regresaron a sus hogares e impidieron que se persiguiese al que se pasó
a denominar como el “enemigo” –las tropas salvadoreñas en su retirada a El
Salvador–.
34
La deserción también afectó a las tropas salvadoreñas. Por ejemplo,
el Batallón Santa Ana lo hizo en Izalco a raíz de su movilización hacia el frente
de Sonsonate; el de esta localidad nunca llegó a movilizarse hacia la capital para
reforzarla por causa de la deserción de sus hombres. Luego, durante la batalla
de Santa Ana en diciembre de 1827, se dio inicio a la deserción masiva de las
tropas de refuerzo para Guatemala, tanto las reclutadas en Sonsonate, como de
las que habían quedado en las afueras de la ciudad para garantizar la retaguardia
guatemalteca. El motivo de la misma ya no fue nada más producto de la oposición
por parte de los campesinos enganchados al sacrificio, sino del descontento de
la oficialidad subalterna ante la inoperancia de sus superiores, haciendo que la
retirada del coronel Francisco Cáscara hacia Guatemala se diese solo con 800
hombres de los 2 000 en que se componía la tropa inicial.
35
En resumen, la mala
paga, el miedo, las lealtades locales y las constantes enfermedades
36
jugaron un
papel enorme en la efectividad de los servicios de la tropa. El mismo Morazán
victorioso no se escapó del espectro de la deserción como sucedió con sus tropas
leonesas después de la batalla de Gualcho, molestas porque no se les dejó saquear
la ciudad de San Miguel.
37
32 García Granados, Memorias, I, pp. 105-107.
33 ibid., I, pp. 128-129.
34 Montúfar y Coronado, Memorias, p. 62 y ss.
35 ibid., p. 80.
36 García Granados describe en julio de 1828: “Cuando llegamos a Usulutlán, ya teníamos
muchos enfermos, no solo de fiebres y fríos, sino de la enfermedad de los pies conocida entre
las tropas con el nombre de chutuyes”. García Granados, Memorias, II, p. 227.
37 ibid., I, p. 104.