La primera guerra federal centroamericana, 1826-1829
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despertasen en orden los turnos correspondientes. Por su parte, los oficiales tenían
el privilegio de ser acompañados no por un edecán, sino por un criado particular,
cuyo sueldo cubrían personalmente y que, generalmente, era reclutado en el
servicio de las casas solariegas o comerciales.
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De estas, los oficiales también
traían “fuerte(es) factura(s) de efectos” para realizarlas con ventaja en las plazas
ocupadas, como fue el caso del primo de García Granados, José Viado, quien en
el asalto salvadoreño a la ciudad de Santa Ana a finales de 1827, no solo perdió
la vida sino efectos valorados en 18 000 a 20 000 pesos.
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d) Inexistencia de las estructuras militares de avituallamiento, de socorros y
enfermería. La tropa, siempre estaba seguida por las denominadas “vivanderas”,
las que además de dar comida a los soldados, ofrecían sus servicios sexuales. Ellas,
señala García Granados, “son de mucha utilidad, porque no habiendo ni rancho
ni proveeduría, hasta cierto punto, suplen estas faltas”.
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Asimismo, los ejércitos
no tenían un cuerpo de ambulancias, lo que implicaba que a los heridos los
sacaban del campo de batalla y conducían a la retaguardia los mismos soldados
de su respectivo cuerpo, sucediendo que cada herido grave terminaba por privar
en el combate a 2 o 3 soldados. Por último, la ebriedad de los soldados hacía que
el ejército contase con un escuadrón encargado de lidiar con estos y con los ya
“fondeados” para llevarlos a los puntos de concentración.
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e) La falta de una sección de ingenieros y de zapadores. Hacer la guerra ofensiva
en época de lluvias en Centroamérica tenía muchos inconvenientes. La tropa
carecía de tiendas de campaña y los soldados estaban mal vestidos y sin abrigo
para la lluvia. No existía un cuerpo de proveeduría del ejército ni un cuerpo de
ingenieros que construyese puentes ante la crecida de los riachuelos o de los ríos.
Asimismo, la falta de caminos hacía que las acémilas de mulas fuesen el principal
medio de transporte, provocando convoyes lentos y riesgosos. De esa manera, el
abasto se debía de hacer en ruta por medio de un sistema de compras ejercido
por dos ordenanzas, quienes se veían sujetos a las vicisitudes del camino, de las
28 ibid., II, p. 109 y p. 111.
29 ibid., II, pp. 138-139.
30 ibid., II, pp. 172-173.
31 ibid., II, p. 194 y p. 197.