Blanca Marín Valadez
Espacios Políticos, Año XI, número 18, junio de 2019, pp. 79-97
83
2. Llegando a Macondo
En agosto de 2013 comencé
formalmente mi trabajo de campo.
Llegué con un grupo de amigos al
Kumbala. Cuando entré al bar, comencé
a preocuparme, pues en esta ocasión
no había visto el altar que unos meses
antes se levantaba detrás de la barra
de cervezas; mis compañeros y yo nos
sentamos a beber. En aquel momento
en Chiapas, la Coordinadora Nacional
de Trabajadores de la Educación (CNTE)
había convocado a miles de maestros a
huelga y a reunirse en las principales
ciudades para protestar contra la
reforma educativa que el gobierno de
Enrique Peña Nieto había impuesto y
que mermaba los derechos laborales
de los maestros. Una de las principales
actividades económicas de Macondo
era el magisterio, ya que ahí vivían
algunos profesores que trabajaban
en las zonas rurales del lugar, y
con estas movilizaciones el poblado
estaba solitario, incluso los bares se
vieron afectados por las reformas
estructurales del gobierno mexicano.
Mis compañeros platicaban sobre este
problema social que nos afectaba y que
abría los caminos a la privatización de
la educación en México.
Pero, ¿qué había pasado con
el altar del santo? Me puse de pie
sacando la estampa de san Simón
que portaba en mi cartera y se la
mostré a la mesera que nos había
atendido. Le pregunté si lo conocía.
Ella abrió los ojos y me llevó detrás
de la barra de cerveza; ahí estaba
una docena de figuras de distintos
tamaños del santo, aunque esta vez
sin candelas, sin flores, sin licor y
sin cigarrillos. La mesera se hacía
llamar Sheila, y me contó que san
Simón estaba castigado, pues en los
últimos meses el bar estaba en crisis:
no había clientes y no había paga. Le
pedí permiso para ofrecerle un cigarro
y una cerveza al santo. Ella accedió y
me agaché para fumar y tomar con
san Simón, mientras le pedía permiso
para trabajar con él. Un grupo de
mujeres e Iván, el encargado del bar,
se arremolinaron para observarme;
después le expliqué a Sheila las
intenciones de mi presencia. Le dije
que quería escribir mi tesis sobre
cómo ellas le rinden culto. Sheila,
con un gran entusiasmo, me dijo que
ella me podía platicar cosas sobre
«Monchito»
5
, pues era devota de él y
lo conocía muy bien.
2.1 Nota etnográfica I
Era una mañana calurosa. El
ventilador que tenía la habitación
no lograba refrescarme, estaba
acostumbrada a otro tipo de clima y
en Macondo todo era caluroso. Tenía
que ir por dinero al cajero automático,
y a pesar de que las distancias no son
tan largas en el pueblo, me detuve
en una esquina y le hice la parada
a una combi (transporte colectivo);
me subí en el asiento del copiloto. El
chofer subió las ventanillas y pronto
me percaté que era la única pasajera,
5
Mote de cariño con el que se hace referencia a
san Simón.