Carolina Rivera Farfán
Espacios Políticos, Año XI, número 18, junio de 2019, pp. 41-56
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se cuenta con la imagen porque los
chiapanecos la tienen del otro lado
(Basail, 2011, p. 40). De manera
similar la devoción por el Cristo Negro
o Milagroso Señor de Esquipulas
en la Basílica del Santo Cristo de
Esquipulas, la capital centroamericana
de la fe, donde es común el culto
entre católicos del sur de México.
Por su lado, las peregrinaciones de
tojolabales (mayas chiapanecos)
que año con año se trasladan a San
Mateo Ixtatán (Guatemala), por
ser una de sus cuatro principales
romerías que evidencian las formas
históricas de apropiación cultural de
un espacio muy amplio que desborda
los límites territoriales, políticos y
administrativamente vigentes. Como
es también la festividad compartida
del Día de Muertos, de todos los
santos, para la cual se activa el
circuito migratorio por las visitas a
los nichos de familiares enterrados en
los panteones de un lado y otro de
la frontera. Tampoco puede faltar san
Simón (Maximón), el santo maya-
católico sentado en una silla y con su
infaltable cigarrillo entre sus labios,
venerado en Santiago Atitlán del
departamento de Sololá, como de los
más reverenciados en las cofradías,
capillas y altares domésticos de
muchas poblaciones (Arriola, 2003).
Es un santo polivalente al que le
rinden culto por igual los marginados
y marginales, que es capaz de hacer el
bien, pero también el mal, es el patrón
de las prostitutas y delincuentes y
que, al igual que el Cristo Negro de
Esquipulas, goza de gran prestigio en
Guatemala y sureste de México.
La organización ceremonial
de la ritualidad usocostumbrista,
popular y santera no es un asunto
menor, y su complejidad nos remite
a elaboradas formas de organización
social, estudiadas por la antropología
del fenómeno religioso desde lo
que comúnmente se llamó sistema
de cargos. En su clásica definición,
la ordenación y disposición de las
festividades en torno al ceremonial,
es responsabilidad de un grupo
de personas, hombres y mujeres,
encargados de articular ritual y
fiesta a través de la formación de
redes locales. En algunas localidades
se llama consejos de ancianos, en
otras juntas patronales, cabildos,
mayordomías, o juntas de festejos,
4
que eventualmente organizan el
ritual en coordinación con la Iglesia
católica local; sin embargo, en más
ocasiones son los grupos de ancianos
4
No es interés en este capítulo abundar en
el complejo y discutido tema del sistema
de cargos. Al respecto véase la discusión
realizada en otros espacios (Rivera, 1998,
2015). Creencias y prácticas del viejo mundo
indio, en la mezcla con los catolicismos
institucionalizados, derivaron en religiones
llamadas «de la costumbre» que a la postre
se autoerigieron como modelos y órdenes
normativos de localidades indígenas que
son interpretados como sistemas culturales
que transversalizan el conglomerado social.
Desde esa perspectiva el sistema cultural es
la ley percibida como cultura, y viceversa, en
donde «tales órdenes contienen sistemas de
símbolos y significados a través de los cuales
las estructuras ordenadoras son formadas,
comunicadas, impuestas, compartidas y
reproducidas» (Geertz, 1983).