Espacios Políticos, Año XI, número 18, junio de 2019, pp. 41-56

Creencias, rituales y religiosidades en la frontera Guatemala-México

46

históricamente se han desplazado a 

México sin mayor dificultad como la 

que ahora se establece; la mayoría son 

cruzadores constantes, commuters

personas que viven de un lado de la 

frontera y se movilizan cotidianamente. 

O bien, de los miles de trabajadores 

temporales que se internan a 

municipios fronterizos en Chiapas, 

reclutados para insertarse en el 

mercado de trabajo de las plantaciones 

agrícolas, haciendo de este una rutina 

institucionalizada que caracteriza la 

movilidad transfronteriza.

Vemos dos tipos opuestos de 

vínculos y convivencia diferenciadas 

en la transfronteridad: el del reciente 

control migratorio del Estado-nación, 

y el del contacto entre diferentes 

sentidos sociales de la vida cotidiana, 

como el que ofrece el marco religioso. 

Este último es el que interesa abordar. 

2. Pluralidad de creencias y 

prácticas religiosas

La característica vigente del campo 

religioso mexicano, pero también de 

otros países latinoamericanos, es 

la fragmentación de credos en una 

diversidad de iglesias, asociaciones, 

grupos con contenidos doctrinales y 

organizativos igualmente disímiles. La 

heterogeneidad se asocia a un proceso 

de recomposición de lo religioso 

contextualizado en un movimiento 

más amplio de redistribución de 

las creencias que implica, no solo 

la disminución absoluta y relativa 

del catolicismo, sino, de manera 
particular, la aparición, el desarrollo 
y la continuidad de expresiones de 
tradición cristiana así como de las 
consideradas tradicionales (religiosidad 
costumbrista). Particularmente el 
estado de Chiapas, junto con los de 
Campeche, Tabasco y Quintana Roo, en 
la frontera sur, se distingue por presentar 
el mayor decrecimiento del catolicismo, 
así como los que más población 
cristiana no católica. Es decir, que los 
protestantes históricos (presbiterianos 
y bautistas), los evangélicos 
(pentecostales y neopentecostales) y 
los bíblicos no evangélicos (testigos de 
Jehová y Adventistas del Séptimo Día) 
se han multiplicado y legitimado en el 
sureste mexicano de forma similar y 
con la misma dinámica que en algunas 
regiones de Guatemala (Bastian, 2005).

A la par de las dinámicas y 

proyectos eclesiales estructurados, 
otro gran referente religioso se ha 
mantenido en las sociedades locales. 
Este se centra en creencias y prácticas 
ligadas a culturas rurales, campesinas e 
indígenas, que se asocian a la llamada 
religión de la «costumbre» o «popular». 
Estas combinan elementos católicos de 
distintas épocas y rituales campesinos 
del ciclo agrícola y del ceremonial 
católico (Rivera, 2009). 

Algunos estudiosos, como Viqueira 

(2002), consideran que las creencias 
indígenas-campesinas no pueden 
encajarse en la categoría de religión, 
en su concepción convencional ligada