Enriqueta Lerma Rodríguez
Espacios Políticos, Año XI, número 18, junio de 2019, pp. 21-38
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cierto tipo de planificación: la producción
de la franja fronteriza controlada no
solo se instrumenta con centros de
revisión, de detención y de deportación,
se fortalece con la construcción
de espacios recreativos y centros
comerciales que le dotan de un «aura
humana». Basta mencionar, por
ejemplo, que la imagen de la frontera
puesta a disposición del turismo en el
tramo Tziscao-El Quetzal muestra el
imaginario de una «frontera permitida»,
en donde el turista puede tomarse la
fotografía en un supuesto paso libre al
tránsito internacional. Visto desde ahí
pareciera que México se mantiene como
una nación abierta a Centroamérica.
La «frontera permitida» se refuerza
no solo como una imagen paisajística
dirigida al turismo, se plasma en
cierto tipo de documentación, como
la «tarjeta de visitante regional», en
la que se sostiene un imaginario de
inclusión, aunque con ella solo se
logre ingresar legalmente a México
hasta por tres días. Tiempo suficiente,
sin embargo, para que el visitante
regional logre hacer algunas compras
en territorio chiapaneco y retorne a su
país, tras haber vaciado sus divisas. En
este sentido, es interesante observar
cómo en algunos tramos de esta franja
fronteriza controlada, de manera
sobresaliente en Frontera Comalapa, han
incrementado los locales comerciales,
los supermercados y tiendas de ropa,
destinados a atender la demanda de los
visitantes guatemaltecos.
No obstante, la producción de este
tipo de franja fronteriza incluye otras
permisividades que están más allá del
imaginario de un libre tránsito; entre
otros aspectos, permite pensar cómo
la línea trazada por los Caitf delimita
un área de contención de prácticas
suscitadas en el borde. Además de
impedir el desborde de la dinámica
cultural, impide el desborde de las
permisividades «cuestionables» que
acontecen en la frontera, ya que se
encarga de mantenerlas contenidas,
tales son: las zonas de prostitución,
el extractivismo, la militarización, el
tráfico de drogas, etcétera, toleradas
en esta área.
La franja fronteriza controlada
permite
que
la
planificación
territorial cobre sentido. Así, mien-
tras los lugares del «centro» están
asegurados como espacios de
identidad nacional, de desarrollo
económico y de gobernanza, las
«orillas» viven una dinámica propia:
en margen y anomia, que no debe
traspasar cierto espacio. La mejor
forma de asegurar la distinción entre
estos espacios «del centro» y «de la
orilla» es promoviendo el imaginario
mortífero de las fronteras, el cual, a
su vez, fortalece la aceptación de la
producción imaginaria de la franja
fronteriza controlada, que está «allá»,
«lejos», «en el horizonte» y «que no
va a llegar a nuestro centro».
Pero, más allá de hablar de la
producción imaginaria de la frontera