Espacios Políticos, Año XI, número 18, junio de 2019, pp. 21-38
Esta orilla que es nuestro centro. Producción imaginaria de la frontera:
Una mirada desde el borde Chiapas-Guatemala
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frontera se produjo estrepitosamente
como resultado de acuerdos de
posguerra, materializándose en el
Muro de Berlín sin que existiera la
noción previa de una orilla territorial
en el imaginario colectivo: «Una
mañana ya no estaba; tan rápida y
repentina fue su construcción como
su derribo. En el imaginario actual
pocas referencias hay que hayan
materializado tan impactantemente
la frontera como línea de corte»
(Casado, 2008, p. 4).
En otros contextos los países
han fronterizado y delimitado sus
márgenes, pero no han remarcado sus
territorios con las naciones colindantes.
Un ejemplo de este tipo se observa
en la triple frontera latinoamericana:
Argentina-Paraguay-Brasil, donde
existe delimitación política, pero
en las ciudades colindantes de Foz
de Iguazú, Puerto Iguazú y Ciudad
del Este que la conforman, se vive
una cotidianidad fluida donde la
demarcación no aparece: están en
el borde.
Son ciudades atravesadas por
múltiples medios de transporte
que operan con una circulación
intensamente diurna, líneas de
colectivos internacionales, mototaxis
y taxis con sus placas de identificación
nacional o municipal, camiones y
otros trasportes de carga, autos
privados y transportes escolares
(Lindomar, 2015, p. 85).
Sin embargo, aún con las
posibilidades de movilidad en la triple
frontera, el proceso de fronterización se
observa en las dinámicas de exclusión
que los uruguayos construyen hacia
sus vecinos brasileños: los definen
como extranjeros si se sienten en
competencia por los beneficios
derivados de las políticas sociales.
En el caso del tramo de la
frontera Chiapas-Guatemala que aquí
interesa, el proceso de delimitación se
acordó en 1824 tras un referéndum
popular con el que el Consejo
Provincial Chiapaneco, reunido
en Comitán, «declaró la definitiva
mexicanidad de la tierra y la gente de
Chiapas» (Fábregas, 1984, p. 9). Sin
embargo, la demarcación, aunque ha
tratado de instrumentarse en etapas
posteriores, no ha logrado ser del todo
efectiva, tal como lo muestra Germán
Martínez (1994) en su estudio sobre
plantaciones, trabajo guatemalteco
y política migratoria en la frontera
Chiapas-Guatemala.
Los diferentes programas del
Gobierno mexicano, dirigidos a
documentar a la población fronteriza
y a tratar de regular el tránsito
guatemalteco, no han logrado normar
los flujos. Estos continúan en la
región sin mucho papeleo, pero se
han ido intensificando en los últimos
años con nuevos programas del
control fronterizo.