Enriqueta Lerma Rodríguez
Espacios Políticos, Año XI, número 18, junio de 2019, pp. 21-38
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sociales en la producción del discurso
de «lo nacional» y su consecuente
impacto en las nociones de centro y
periferia, conducentes a configurar lo
que conocemos como frontera/orilla.
Se pretende mostrar que las distintas
escalas del territorio en torno a su
producción, ya sea como frontera,
región fronteriza, borde y límite,
y las prácticas de fronterización,
delimitación y demarcación, son
producto de diferentes imaginarios
sociales, casi siempre concatenados,
y moldean la producción de la realidad
sobre una espacialidad en disputa a
nivel simbólico y material.
2. Sobre la noción de frontera
La noción de frontera sigue en
dis cusión, comprensible si se toma
en cuenta su significado dinámico,
dependiente del lugar desde el cual
se observa. La del sureste mexicano
incluso se desdibuja en algunos
tramos por su capacidad permeable.
Sin embargo, los imaginarios sociales
sobre la frontera chiapaneca,
difundidos por los medios de
comunicación en los últimos años, han
derivado a partir de un tren en marcha
del que cuelgan hombres, mujeres y
niños centroamericanos, cargados de
esperanza con la mochila a cuestas,
corriendo, prestos a asir sus cuerpos
a cualquier parte de la máquina y
esperar el traslado, lento, peligroso,
sufrido, lleno de miedos y de sueños,
con dirección al corazón del país, a las
ciudades norteñas de México o hasta
donde se pueda retomar una nueva
ruta con dirección a Estados Unidos.
Pero la frontera Chiapas-Guatemala
es más diversa y compleja que este
imaginario que tiende a instituirse,
anclado en Tapachula y Arriaga,
donde esto se vive. Las diferencias
entre los distintos tramos que la
conforman son significativas. Por
ello Jan de Vos (2002) señaló que
entre Chiapas y Guatemala había
una región marcada por múltiples
fronteras, con particulares pugnas y
conciliaciones, resultado de diversos
procesos históricos que antecedieron
la formación de la nación mexicana
hasta producir múltiples contextos,
hoy observables.
A diferencia de la frontera norte,
que se trazó a partir del tratado
de Guadalupe-Hidalgo en 1848, la
del sur no se delimitó con un solo
pacto. Pasó por un referéndum
donde se decidió la pertenencia
a la nacionalidad mexicana o
guatemalteca, por pugnas regionales
vinculadas a la explotación cafetalera
en el Soconusco, por la conformación
de una frontera humana, generada
con el reparto agrario entre indígenas
chujes en Tziscao (Cruz, 1989) y
campesinos del interior de México a
mediados del XX; campesinos que
ahora permanecen asentados cerca
de la Franja Transversal del Norte
guatemalteco (2004). Esta frontera se
produjo con la migración de indígenas
protestantes expulsados por motivos
político-religiosos de los Altos de