Enriqueta Lerma Rodríguez
Espacios Políticos, Año XI, número 18, junio de 2019, pp. 21-38
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En Castoriadis interesa apreciar
la indeterminación de la realidad del
ser humano, de lo social y de sus
instituciones. Bajo este axioma todo
es posible de acontecer en lo social,
desde el control más férreo, hasta
la libertad más plena, por ello no
resulta extraño pensar que el lema
del Mayo francés, «la imaginación al
poder», se adjudicara a este filósofo.
Para nuestro autor, los imaginarios
sociales son representaciones
sobre el mundo, continuamente
interrelacionadas, heterónomas, y
en ocasiones en conflicto, pero que
moldean nuestra percepción, y que
muchas veces se institucionalizan y
legitiman. Según mi propia lectura,
para Castoriadis hay diferentes
sujetos productores de imaginarios
sociales: sujetos grupales, sujetos
institucionales y sujetos individuales;
y es posible distinguir entre cuatro
tipos de imaginarios (mismos que se
encuentran vinculados entre sí): los
instituidos, los institucionales, los
instituyentes y los radicales.
Con relación a los primeros se
puede decir que, si entendemos la
realidad como algo sedimentado,
se debe a que ciertos imaginarios se
han instituido: han tomado formas
incuestionables, vía la costumbre,
la religión, la moral o la política.
Instituirse significa «naturalizarse».
Los imaginarios instituidos reproducen
el status quo de un cierto período
histórico-social; indican el deber ser
de la realidad: lo consuetudinario, por
ejemplo, las relaciones legítimas de
parentesco, la división social del trabajo
por clases sociales o por género, así
como la justificación de la jerarquía
social. Una vez que estos imaginarios
instituidos se cristalizan como normas
establecidas y fijadas, y se burocratizan
bajo el resguardo de profesionales
o administradores, pueden ser
denominados como imaginarios
institucionales; caracterizados por sus
objetivos, normatividad, organización
programática, elaboración de discursos,
ejecución de proyectos, entre otras
funciones y por tratar de asegurar su
continuidad. Es desde estos imaginarios
institucionales que se escribe la
historia, se planifica el territorio, se
reproducen las jerarquías sociales, se
legitiman los sistemas de gobierno, se
construyen pedagogías, entre otras
subjetividades y prácticas sociales, con
el fin de imponer determinadas formas
de ser en el mundo.
Dado que las instituciones
producen el deber ser como
obligatoriedad social, su modificación
suele ser lenta y complicada,
principalmente por estar en resguardo
de una burocracia. Sin embargo, lo
que muestra la actualización de las
instituciones, sus reformas, reajustes,
rupturas e innovaciones es que tales
imaginarios, en realidad, suelen llegar
a ser obsoletos y cuestionables. Dado
que la realidad es indeterminada, esta
es factible de ser transformada.