Juventino Gálvez
Espacios Políticos, Año XI, número 18, junio de 2019, pp. 113-119
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la más alta nitidez, del ADN de
nuestro paradigma educativo y de
nuestras aspiraciones institucionales.
¿En dónde está su ventaja frente a
situaciones de riesgo como las que
mencioné anteriormente, o bien, frente
a la necesidad de iluminar caminos
con propuestas para superar las
crisis o simplemente para aprovechar
las múltiples oportunidades que
ofrece este único e irrepetible
país? Desde mi punto de vista el
conocimiento y la virtud landivariana
aportan determinada madurez de
la cual ustedes deberán empezar a
hacer gala en el ámbito profesional,
para provocar transformaciones
virtuosas. La madurez evoca el
mejor momento, permite dar frutos
y según el Diccionario de la lengua
española, la madurez implica «Buen
juicio o prudencia, sensatez». Qué
importante es la sensatez en estos
tiempos. Me parece que es uno de
los rasgos de la personalidad que
más beneficios les puede traer. Sus
capacidades profesionales, unidas a
la sensatez, sin lugar a dudas, les
permitirán a ustedes ser portadores
de «esperanzas fundadas».
Esperanza, en el sentido que dio
el filósofo alemán Ernst Bloch en El
principio esperanza, cito:
La esperanza no es una virtud entre
otras tantas. Es mucho más: es el motor
de todas ellas, es la capacidad de pensar
lo nuevo, todavía no ensayado; es la
osadía de proyectar utopías que nos
hacen caminar y que nunca nos dejan
parados en las conquistas alcanzadas,
o que cuando nos sentimos derrotados,
nos hacen levantarnos para retomar el
camino. La esperanza se muestra en el
hacer (Boff, 2008, párr. 13).
La tercera razón (para confiar
en ustedes y alentarlos) se refiere
a la pretensión de que en la
Universidad Rafael Landívar se cultiva
una educación que enseña a vivir; no
lisa y llanamente a ganarse la vida,
tal como lo planteó el jesuita Anthony
de Mello, durante el siglo pasado.
La cuestión sobre la cual quiero
que reflexionemos es acerca de lo
que viene después de la educación
formal. Y para abordar esa cuestión
quiero hacer referencia al «principio
revolucionario» de la educación
permanente
7
. Un principio capaz de
renovar, transformar, complementar
todos los tipos de educación o de
suscitar múltiples iniciativas nuevas
de enseñanza y aprendizaje que
implica no solo la disposición continua
a la educación y el aprendizaje,
sino también y simultáneamente
la vivencia educativa de todos los
aspectos, ámbitos y dimensiones
de la vida cotidiana (p. 8). Además
de las profundas razones de orden
filosófico respecto a que la vida
debe ser una continua educación,
hay razones de orden práctico para
asumirla conscientemente. Por un
7
Basado en Bajo, N. (s.f.). El principio
revolucionario de la educación permanente.
Inédito. Cursos del Programa Doctoral en
Ciencias Políticas y Filosofía. Universidad
Pontificia de Salamanca. 2012.