Espacios Políticos, Año XI, número 18, junio de 2019, pp. 79-97
San Simón y su culto en un contexto de prostitución en la frontera México-Guatemala
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deprimió, pues tenía la posibilidad de
visita solo cada seis meses.
Cuando terminé de hacer el
trabajo de redacción de tesis, la
amistad que había surgido con Sheila
no concluyó, sino todo lo contrario.
Seguimos siendo muy buenas amigas,
me ayudó en mi actual proyecto y me
ha dado la oportunidad de seguir al
tanto de su vida.
Abandonó la prostitución por un
novio, quien era parte del cartel del
golfo. Al principio, Gustavo la ayudaba
y le llenaba de lujos. El problema
fue que nuevamente las «Santas»
comenzaron a ganar terreno en
Macondo. Ella huyó a Melilla, donde el
novio trabajaba para el narco. A veces
vigilaba qué batallón del Ejército
estaba rondando; otras, acompañaba
a hacer entregas. El novio le compró
un fusil. Cuando juntó tres mil dólares,
le pagó a un coyote mexicano para
que la llevara a Estados Unidos por
una vía segura. El coyote le consiguió
papeles falsos y en un «guajolotero»
la mandó a la Ciudad de México.
Sheila, antes de emprender
el viaje, me llamó y me contó sus
intenciones: me dijo que, si en quince
días no llamaba, era porque estaba
muerta y que me pusiera en contacto
con sus hijos. No voy a negar que
fue una situación muy complicada.
Intentaba convencerla para que no
lo hiciera, pero no había opción. Su
campo de acción se reducía a trabajar
para el narco o ser prostituta, y ya
no quería dedicarse a eso. Pasaron
los quince días y no me atreví a
llamar a sus hijos. Esperaría un
poco más. Luego, por fin se contactó
conmigo. Había pasado la peor de las
experiencias: viajó de la Ciudad de
México a Tamaulipas, donde estuvo
varios días en una casa con mucha
gente, el coyote apenas les daba a
todos los inmigrantes una comida al
día y no había muebles ni cobijas.
Una tarde, llegó el hombre y se llevó
a todas las personas en una pequeña
camioneta. Antes de viajar les dijo
que todo lo de valor lo dejaran en la
casa, que no podían llevar celulares,
solo una muda de ropa en una bolsa
de plástico.
Sheila me contaba que sentía
miedo, emoción y tristeza. El coyote
los dejó a la vera del río; estaba
muy asustada, pues había hombres
armados por todo el lugar. El coyote le
dio dinero a otro hombre, les entregó
a las personas y se fue. El río llevaba
mucha agua. Un hombre se acercó a
Sheila, estaba desesperado y se lanzó
al río e intentó nadarlo, pero no tuvo
suerte y se ahogó. Varias personas de
las que viajaban con Sheila intentaron
ayudar, pero no tenían los recursos.
Los hombres armados veían como si
estuvieran viendo una película, sin
hacer nada. El cuerpo del hombre se
fue con el agua del río. Ella narra que
sintió mucho dolor, y que de pronto
se produjo una balacera; corrió a
esconderse, llegó una camioneta, bajó
un hombre, subió a unas personas y
se fueron. Sheila temía regresar al río,