Blanca Marín Valadez
Espacios Políticos, Año XI, número 18, junio de 2019, pp. 79-97
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Con un poco de dinero y dos
niños emprendió la huida. Rentó
una casa a las afueras de la capital
y vivía sumergida en una profunda
depresión. Un día, el hijo mayor comía
un poco de pollo, ella se sorprendió
porque no había salido a comprarlo y
le preguntó al niño de dónde lo había
sacado: él le dijo que el vecino se lo
había comprado. Sheila lo reprendió y
le dijo que no debía pedir dinero para
comer. Fue a la casa del vecino y le
advirtió que no regalara nada a sus
hijos, al menos no sin autorización
previa. El vecino, de nombre Luis,
se apenó y le dijo que nunca quiso
hacerle daño con ese detalle. Poco
a poco los malos entendidos se
subsanaron y comenzó a consolidarse
una relación amorosa distinta a
las que había tenido. Él era mucho
más grande que ella; tenía algunas
gasolineras, solvencia económica y
terminó por convertirse en su ángel
de la guarda. Si algo aprendió Sheila
fue a no depender de nadie, pero sí
aceptó el apoyo de Luis, quien entre
otras cosas la ayudó a ingresar a la
agencia Nestlé.
En el trabajo siempre era muy
cumplida y seria, pero el problema
surgió cuando el jefe inmediato
comenzó a acosarla sexualmente;
ella se negaba, hasta que terminó por
despedirla. No había de otra, de nuevo
a vivir de «chiquipulga». Sin embargo,
temía volver a las barras de la Ciudad
de Guatemala, ya que el marido era
un tipo conocido en el ambiente. Un
día, conoció a una muchacha que
trabajaba en el Kumbala y la invitó a
este lugar. Sheila, ni lenta ni perezosa,
se fue a Macondo.
Sheila es una de las mujeres
con mayor éxito en el Kumbala. Es
amable, inteligente y sabe muy bien
sortear algunas situaciones para
protegerse del peligro. La devoción
a san Simón comenzó gracias a su
abuela. Sheila es una mujer fuerte,
siempre se ha considerado una
guerrera y cuando cuenta su historia,
lo hace con mucho orgullo, pues
considera que es una mujer exitosa,
que ha sacado adelante a su familia:
sus hijos serán profesionales muy
pronto, gracias a su trabajo. Tiene
una hermosa casa en Antigua y una
vida muy distinta cuando está con la
familia. Cuando está en Macondo, es
devota de san Simón, pero cuando
va a la Ciudad de Guatemala con sus
hijos, es evangelista. Es decir, ajusta
su vida religiosa a las circunstancias
y el contexto.
Mientras hacía el trabajo de
campo, su exmarido logró localizarla y
la demandó por abandono de hogar y
prostitución. El hombre quería quitarle
al hijo que habían concebido. Ella
estaba muy angustiada porque si no
negociaban la patria potestad, el hijo
de ambos sería recluido en «La Casa
del tío Juan», donde según Sheila,
hay trata sexual de niños. Con el dolor
más grande de su corazón, le cedió la
patria potestad a su esposo. Ella se