Espacios Políticos, Año XI, número 18, junio de 2019, pp. 79-97

San Simón y su culto en un contexto de prostitución en la frontera México-Guatemala

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suyo pue! Sé que te gusta —me dijo 
Moncho—, luego me bajó el short, 
no me quitó la tanga. Ahí mismo 
comenzó a besarme, tiene una lengua 
bien sabrosa y ahí estaba con su 
sombrero, sobre mí. ¡Ay, si viera que 
rico coge ese Moncho! Por eso es mi 
esposo. Después de haberme besado 
toda la cuca, comenzó a morder mis 
pezones y ¡zuaz! Me penetró, es tan 
grande, tan fuerte y tan aguantador… 
me cogió maravilloso, de perrito, de 
muchas formas, viera que no me 
cansé. Y usté ya sabe, bueno no sé 
si le ha tocado uno como Moncho 
(se ríe) pero viera, es un dulce, y ya 
estaba a punto de correrme, él sabía 
y más duro me cogía hasta que por 
fin pegué un grito que desperté a 
Perla. Estaba toda mojada y él seguía 
cogiendo, tenía que acabar, claro. 
Y cuando terminó, también sentí 
como se corría por dentro. Luego 
se fue. Viera qué bien dormí, se me 
quitaron las ganas. Al día siguiente, 
desde antes de que me levantara ya 
tenía servicios. Moncho también nos 
paga, después de que se ocupa con 
nosotras nos manda al día siguiente 
muchos clientes. Ese día hice de paga 
como dos mil trecientos pesos (Sofía, 
15 de octubre del 2013, en Marín, 
2014, pp. 103, 104).

En el Kumbala, las prácticas 

religiosas eran variadas y sumamente 

importantes. 

Me 

sorprendió 

encontrarme con un sistema religioso 

profundamente complejo, pues la 

ritualidad es bastante rígida. Todos 

los martes y viernes del año, Iván 

es quien limpia el altar y el bar, 

utilizando diversos elementos que 

compra en las tiendas esotéricas 

que llevan el nombre del santo, tales 

como esencias, inciensos, etc. 

4.1 Nota etnográfica III

Desde las siete de la mañana, 

Iván sale al mercado para hacer las 

compras. Entre perfumes y demás 

parafernalia que llevan el nombre de 

san Simón, compra candelas, puros, 

flores y éter. Cuando llega al bar, 

Mayito ya tiene que tener barrido y 

limpio todo el lugar. A esas horas, las 

mujeres siguen dormidas y no se les 

obliga a participar en la ritualidad. 

Iván desviste al santo que porta ropa 

y a las estatuillas de yeso las sumerge 

en una cubeta donde vertió perfume, 

esencia de sándalo y éter. Mientras 

se remojan los santos, sintoniza la 

«rockola» con algunos de los éxitos 

del momento; luego, en una cacerola, 

comienza a quemar copal con un poco 

de carbón, lo que despide una gran 

humareda. Iván no deja de bailar 

durante toda la ceremonia; tomamos 

algunas cervezas y fumamos. 

Cerca del altar hay una pequeña 

pecera ovalada donde flotan tres 

limones partidos en cruz, renueva el 

agua y mete limones frescos que corta 

con el mismo estilo. Después seca 

muy bien las figurillas y comienza a 

colocarlas en el altar, el agua donde 

fueron bañadas es rociada frente a 

la puerta del bar, ya que es justo ahí 

donde Mayito tiene que hacerlo, a