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Carlos Rafael Cabarrús Pellecer, S. J.
Espacios Políticos, Año X, número 17, agosto de 2018, pp. 75-94
3.2 Nivel meso de la
corrupción: lo asociativo
Si la corrupción es una herida
terrible desde el punto de vista
material, y un costo enorme a la
economía, sus efectos son todavía
más negativos respecto a los
bienes inmateriales, ligados a la
vida humana y social. Como dice
el Compendio de la Doctrina Social
de la Iglesia: la corrupción priva
a los pueblos de un bien común
fundamental, el de la legalidad,
respeto de las reglas, funcionamiento
ideal de las instituciones económicas
y políticas de la transparencia. Todo
esto fundamentado obviamente en la
búsqueda de justicia y no solo de la
legalidad. (Cfr. Ibíd. 411).
La corrupción, entonces, emana
de decisiones personales o grupales,
provocadas por la inercia de una
cultura nociva que se salta la legalidad
—cuya fuente debe ser la justicia—
pero que no respeta los marcos
establecidos. Esos «robos» descarados
o encubiertos, que poco o nunca son
sancionados, provocan que la ley no
se fortalezca y se viva en una anomia
perversa. Todo esto sostiene una
cultura donde todo se puede hacer;
donde toda situación puede presentar
oportunidades de vivir gracias a esos
robos y sustracciones. Es en ese mar
donde navegan, navegamos, muchas
personas. Es bueno, por tanto, hacer
una confesión al respecto. Todo
ello debe provocar además un grito
interno pero con repercusión externa
de ¡esto no puede ser!
El problema es que a nivel «meso»,
nuestros tejidos sociales, los colectivos
de diversa índole (por ejemplo, en
positivo: lucha por la tierra, por el
agua, por la salud) se ven infectados
por esa cultura corrupta. Hay que
hacer un esfuerzo enorme para no
caer como personas, como grupos y
como asociaciones, en las trampas
de la corrupción. Lamentablemente,
muchos de los tejidos sociales del
submundo empobrecido construyen
redes perversas para hacer el mal.
No hacer esfuerzos para subsanar
y depurar la corrupción supone una
falta de cultura moral, una falta de
ejercicio de la honestidad personal,
institucional y colectiva, sin lo cual todo
sistema es proclive a delinquir. Pero
como decíamos, lamentablemente en
la actualidad la corrupción es ya un
modo de vida que se encuentra en el
Estado, en las capas más pudientes
de la sociedad, pero también en las
áreas más golpeadas por el hambre,
la desnutrición y la ignorancia.
La situación es muy difícil en una
sociedad que no premia el esfuerzo,
sino la astucia, donde no se estimula
el producto del trabajo, sino la
conducta oportunista; la imagen del
joven avispado «patojo chispudo»,
es celebrada, ya que logran acceder
a los escasos trabajos. Los jóvenes
que se integran a la fuerza de
trabajo se debaten entre conseguir