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Carlos Rafael Cabarrús Pellecer, S. J. 

Espacios Políticos, Año X, número 17, agosto de 2018, pp. 75-94

la ley, haciendo que paguen por sus 

crímenes. Esta perspectiva no vincula 

la corrupción con la inequidad.

Por otro lado, estaría la visión más 

«sistémica» sobre la corrupción, la 

cual es poco difundida en los medios 

de comunicación. Ella considera que 

la corrupción es consustancial a un 

orden político-social que genera 

desigualdad e injusticia, resultando 

en inequidad

2

. Las estrategias bajo 

esta visión son diversas e integrales; 

e incluyen también el fortalecimiento 

de los marcos jurídico-normativos, 

pero en función de lograr un cambio 

civilizatorio hacia una Eutopía (Tomás 

Moro) o «lugar bueno para vivir» 

donde vivamos los seres humanos y 

la naturaleza en armonía y justicia. 

Nosotros nos adscribimos a esta 

visión.

Dentro de esta perspectiva, es 

importante considerar el fenómeno 

de la corrupción en tres estratos. 

El primero, es el nivel personal e 

íntimo inscrito en el corazón de 

2

 Uno de los elementos más nefastos que 

produce la inequidad es precisamente la 

ruptura del marco básico para la convivencia 

humana. Con condiciones de extrema 

precariedad se genera el submundo infernal 

típico de nuestras zonas marginadas. Allí rige 

la ley de la selva, el homo homini lupus. Es 

allí, en donde se crean submundos donde 

lo que priva es la pobreza y la miseria 

que conllevan el saqueo, las drogas, las 

violaciones sexuales. Todo esto enmarcado en 

la impunidad suma. Un escenario terrorífico 

de esto puede encontrarse en un excelente 

artículo publicado en El Faro de El Salvador, 

24 julio 2011, cuyo título es Yo violada véase: 

http://www.salanegra.elfaro.net/es/201107/

cronicas/4922/Yo-violada.htm

cada persona, con sus opciones, 

decisiones y tentaciones. El segundo 

nivel es todo lo que toca a unidades 

más colectivas; es decir un nivel 

«meso», donde por ejemplo, estarían 

los tejidos sociales; lugares donde 

las personas se aglutinan, para 

bien o para mal, pero de manera 

estructurada. Un ejemplo de esto 

pueden ser las organizaciones que se 

forman en torno al derecho a la tierra, 

a la defensa contra la minería, sobre 

todo a cielo abierto. La reivindicación 

femenina, la étnica, son parte también 

de este nivel «meso». En este mismo 

nivel se sitúan los movimientos 

que se provocan de alguna manera 

espontáneamente muchas veces, 

y que pueden mover o cambiar el 

rumbo de un proceso, por ejemplo en 

Guatemala, con todo lo que ocurrió 

para deponer el anterior gobierno. 

El tercer nivel «macro», es donde 

deben incidir las políticas públicas, 

las decisiones económicas de mayor 

repercusión. La necesidad de tener 

un Estado robusto y no corrupto es 

crucial para el buen funcionamiento 

de la sociedad. Por ejemplo, el papel 

del Ministerio Público ha sido decisivo 

en las presentes coyunturas sociales 

y políticas. No se puede olvidar 

el rol que ha tenido la Comisión 

Internacional Contra la Impunidad 

en Guatemala –Cicig–, como apoyo 

al propio Ministerio Público. Sin ello, 

Guatemala estaría en una situación 

todavía más caótica.

Las tres dimensiones o niveles 

interactúan pero tienen sus propios 

campos de acción que deben ser