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Ana Gabriela López González
Espacios Políticos, Año X, número 17, agosto de 2018, pp. 53-72
y nutricional de Guatemala. Para ello,
se analizó el modelo de SAN para
Guatemala, desde el pensamiento
sistémico. Se determinaron los
potenciales impactos del cambio
climático, en cada componente de
la SAN, y se identificaron algunas
variables clave de adaptación que
permitirán enfrentar los impactos del
cambio climático en ella.
A continuación, se desarrollan
las principales ideas del abordaje de
la SAN a nivel mundial y nacional.
Luego se hace énfasis en los recursos
naturales y otras variables que
determinan la SAN en Guatemala,
seguido de los impactos potenciales
del cambio climático y, por último, se
presentan algunas consideraciones.
1. Seguridad Alimentaria y
Nutricional
El Artículo 25, inciso 1 de la
Declaración Universal de los Derechos
Humanos de 1948 señala que «toda
persona tiene derecho a un nivel
de vida adecuado que le asegure
(…) la salud y el bienestar (…) la
alimentación, el vestido, la vivienda,
la asistencia médica y los servicios
sociales necesarios (…)» (Asamblea
General de las Naciones Unidas,
1948, p. 3).
En ese sentido, el relator especial
sobre el derecho a la alimentación
de la Organización de las Naciones
Unidas (ONU) describe el derecho a
la alimentación como:
El derecho a tener acceso, de manera
regular, permanente y libre, sea
directamente, sea mediante compra en
dinero, a una alimentación cuantitativa y
cualitativamente adecuada y suficiente,
que corresponda a las tradiciones
culturales de la población a que pertenece
el consumidor y que garantice una vida
psíquica y física, individual y colectiva,
libre de angustias, satisfactoria y digna.
(Comisión de Derechos Humanos de las
Naciones Unidas, 2001, p. 9).
Ante el compromiso, adquirido
por diversos países, de velar por
el cumplimiento de los derechos
humanos, incluida Centroamérica,
el derecho a la alimentación es un
tema pendiente. Se estima que entre
los años 2014 y 2016, al menos
795 millones de personas comen,
regularmente, menos de lo necesario
para poder vivir de manera plena
y activa; pues una de cada nueve
personas sufre hambre crónica. Si
bien, en América Latina el número de
subalimentados se redujo en un 33 %,
es decir de 66 millones a 44 millones
de personas (Iarna, 2015b, p. 25),
algunos países mantienen alarmantes
cifras de personas con hambre.
Gran cantidad de personas carece
de alimentos suficientes. Al menos
30 % de las partes comestibles de los
alimentos producidos para consumo
humano, se pierde o se desperdicia