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Espacios Políticos, Año X, número 17, agosto de 2018, pp. 125-127

¡ADIÓS MAESTRO, 

CARLOS ORANTES!

 

C

arlos Orantes, un maestro difícil 

de olvidar y difícil de entender 

para muchas personas, por su 

presencia honesta y transparente 

frente a la vida. Presencia que marcó 

fuertemente mi vida, como estudiante 

y como profesional de la psicología 

social-comunitaria.

Desde que lo conocí, fue insistente 

en el hecho de leer e investigar 

mucho. Me reiteraba que no me podía 

quedar con lo dicho, desde la oralidad, 

por mis profesoras y profesores, 

porque únicamente iba a compartir 

su antojadísimo punto de vista; y 

yo tenía el derecho de analizar y ser 

crítica con lo que se gestaba, desde el 

conocimiento de la vida universitaria.

«Usted que es mujer tiene más 

desventajas, porque no será tratada 

igual frente a los demás...» decía el 

maestro Orantes. Y, aunque nunca se 

asumió feminista, tenía claro que no 

nos tratan, ni reconocen igual, en la 

academia y en muchas esferas de la 

vida. «Usted no es una “estudiante 

nalga”, busque el conocimiento y eso, 

pocos lo hacen», agregaba. 

Fui la primera auxiliar docente 

—mujer— que tuvo. No gustaba de 
auxiliares en sus cátedras. Decía que 
ello podía prestarse a corrupción en 
los exámenes; por lo que siempre, 
habitualmente, los fotocopiaba, el 
mismo día, los esperaba y salía para 
el salón de clases. Me aceptó porque 
creía en mí, gesto que conmovió mi 
ser. Cuando me aceptó como auxiliar 
me expresó que no era mala idea que 
yo lo fuese, pues tenía madera para 
ser docente universitaria. «Dos cosas 
Mónica —me indicó—, usted tiene dos 
pies: uno en la docencia y otro en 
otro trabajo, porque está claro que no 
podrá vivir solo de la docencia, porque 
pagan poco». Y, efectivamente, hoy 
soy docente universitaria. La primera 
universidad que me abrió sus puertas 
fue la Universidad Rafael Landívar.

Aprendí en el caminar docente, 

que cuando esté en la universidad, 
en mi horario de trabajo, en clase 
o no; es mi deber atender a cada 
estudiante. Cumplir con mi trabajo, 
pues soy docente universitaria, 
parafraseando sus propias palabras, 
que me acompañan para el resto de 
mi vida.

(Mónica Pinzón González)

En 1996 tuve la oportunidad 

de viajar, desde la región Huista, 
en Huehuetenango, para estudiar 
Psicología en Guatemala. Ilusionada, 
a veces cansada, por lo que implicaba 
venir del pueblo a la ciudad. Me movía