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Espacios Políticos, Año X, número 17, agosto de 2018, pp. 117-123
El orden de la técnica
que poseen su propia modalidad de
funcionamiento, procedimiento y
técnica» (ver M. Foucault: Las redes
del poder).
En los juegos de verdad, Foucault
significa a la ciencia y a la técnica
como relaciones de poder (ver
Vigilar y castigar). Es importante
la descomposición conceptual de
las tecnologías, en la que cada una
de ellas representa una matriz de
la razón práctica: tecnologías de la
producción.
Tecnologías del sistema de signos,
tecnologías del poder y tecnologías
del yo. Foucault llama gobernabilidad
al contacto entre las tecnologías
del poder o de dominación y las
tecnologías del yo (ver Tecnologías
del yo y otros textos afines). Dentro
de las tecnologías de dominación,
ubica las tecnologías de seguridad,
y deja expuesta una pregunta de
profunda interpelación ¿estamos
en una «sociedad de seguridad»?
Bajo el dominio de la semiología del
terror, esta sociedad de seguridad es
un proyecto de la monopolaridad del
gobierno de George W. Bush.
El semiocentrismo instituido
en poder, es decir, la semiocracia
que amplía la coalición del poder
mundial, activa un escenario actual.
Es el escenario de las tecnologías
microelectrónicas del poder que
rompen fronteras y ubican, en
el multifuncional aparatito móvil
telefónico, una red de comunicaciones,
internet, correo electrónico, música
y videos, procesador de palabras,
archivos, notas, etc., todo en la
palma de la mano. De esa manera
el poder logra reducir el espacio de
la soberanía al individuo, soberanía
relativa porque, precisamente, por
ese inmenso poder tecnológico, lo
esencial, el entendimiento del mundo
y el cuerpo, nos han sido enajenados.
Los principales conflictos, la nueva
guerra mundial de baja intensidad,
se realizan en la disputa tecnológica.
Se quiere reservar el acceso a la
energía nuclear a muy pocos países
mientras se impide, con fuego, que
otros la busquen, en tiempos cuando
la crisis del petróleo es irreversible.
La expansión económica de los países
asiáticos tiene que ver con el uso de la
tecnología para la producción masiva
y el dominio de los mercados.
Son estos tiempos sombríos o de
penuria, como los traduce Heidegger.
Son tiempos de aburrimiento y hastío,
que matan la esencialidad de lo
humano: están matando la fantasía,
el idilio en la convivencia y con la
naturaleza, y el amor.
Sólo queda la esperanza. Que es
un camino para el hacer.
Congreso Internacional de
Filosofía, Campus Central de
la Universidad Rafael Landívar,
Guatemala, 13 de agosto de 2007.