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Espacios Políticos, Año X, número 17, agosto de 2018, pp. 117-123
El orden de la técnica
El hombre es enajenado por su
separación de lo real, y lo real es
suplantado por un conocimiento
acumulado, en absurda lógica
algorítmica, que permite entenderlo
en el nivel de la teoría; pero no desde
la realidad misma. La academia
piensa realidades teóricas y, por
esa vía, simplifica el pensamiento y
abstrae lo irreal. La ciencia deviene
distanciamiento de lo real. El hombre,
en el mundo de lo ideal, resulta vivir
en un mundo virtual. En una especie
de neometafísica postmoderna:
las cosas no son lo que son, sino el
nombre que las nombra.
Debe considerarse que la ciencia,
en tanto discurso del poder, es una
mediación entre el productor directo,
enajenado del producto de su trabajo,
de su trabajo mismo y del conjunto
de sus relaciones sociales (Marx,
1982, p. 530). No es circunstancial,
porque todo conocimiento, toda
sistematización teórica, toda técnica,
responde a la necesidad de dominar
algo. Es una práctica de poder.
Pero, en la medida en que el
conocimiento se torna mercancía
(patente, franquicia, marca
registrada) y, a su vez, se hace más
compleja su aplicación (se privatiza,
también el derecho a aplicarlo), ese
conocimiento y su técnica aplicativa,
son otros mecanismos de enajenación,
sobrepuestos al trabajador y al
estudioso. Es la arrogación del know
how y de la acreditación (pago de
licencias, regalías. titulación) para
acceder al conocimiento y a la técnica.
Ese fue el camino de lo complejo,
que es la realidad concreta misma,
hacia su suplantación por el
pensamiento simple, propio de las
sistematizaciones científicas, siempre
obligadas a explicar, con la lógica de
lo comprensible —explicar para que
se comprenda—, lo que en sí mismo
es caótico. Para más disonancia, en
el camino del pensamiento simple,
se expandió la complejidad de lo
teorizado, hasta concentrar en su
dominio, las averiguaciones sobre lo
verdadero. Para eso, se buscó resolver
los problemas del conocimiento,
mediante el hallazgo de métodos
o de teorías que simplificaran el
acto del conocer. De esta manera,
la metodología y la epistemología
devienen objeto de estudio.
Se entrampó la indagación con
teorías epistemológicas, puerilmente
dístractivas, que anteponen el
autocercioramiento narcisista, al
conocimiento directo de lo real-real.
Es decir, se ha buscado resolver la
incertidumbre, por la vía teórica y
no por la contrastación y verificación
en lo real. Formas enajenadas del
conocimiento, que llevan al absurdo
de reducir la verdad al concepto
y la distancian de su proceso
real. El método suele estudiarse,
independiente del objeto; y la
sistematización de lo indagado en el
objeto, suele atribuirse a la lógica del
método y no a la lógica de lo real.