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Espacios Políticos, Año X, número 17, agosto de 2018, pp. 97-106
La promoción de la justicia desde la interculturalidad en la Universidad Rafael Landívar
esfuerzo quede como un sueño, es la
gestación de tejidos sociales, capaces
de enzarzarse con otros tejidos,
todavía micros, para crear un gran
tejido social. A esto debería tender la
actuación de los diversos colectivos.
A esto debía aspirar nuestra formación
y el accionar político.
Una sociedad, donde se establecen
nuevos estamentos políticos, una
clase política bien formada y con
valores, tienen en el tejido social
un instrumento valioso para que los
pueblos se levanten y que nadie se
quede atrás. En la construcción del
tejido social, se delínea el papel de los
agentes externos, que no son quienes
provocan los cambios, sino quienes
acompañan a los sujetos y celebrarán
sus conquistas y sus éxitos.
La vida está también relacionada
con la contemplación de la belleza,
con la búsqueda de la verdad, con la
construcción de la esfera pública, con
el ambiente de paz, con la prolongación
de las culturas, con la armonía con la
naturaleza, con el amor, con la amistad
o con poder tener tiempo para el ocio.
Estas serían metas a irse cumpliendo
por procesos de acompañamiento a
los líderes, al engranaje de tejidos
sociales, hasta llegar a un gran tejido
social macro. Esto pudiera ser la cuna
de una Guatemala, donde se haya
erradicado, fundamentalmente, el
racismo y el machismo.
Pero todo eso es contrario
a lo que vivimos. Actualmente
estamos sumidos en la civilización
de la opulencia, del despilfarro;
caracterizada por las inequidades
extremas, donde la mayoría está
excluida del ejercicio pleno de sus
derechos. Con todo esto, se avizora
el llamado a un cambio civilizatorio, a
una nueva civilización de la austeridad
o de la sobriedad, como diría Mujica.
Realizar estos cambios, es un
viraje radical. Este imaginar la realidad
desde otras perspectivas, es lo que
supone el concepto del «Buen Vivir»,
propio de las culturas nativas del sur
—sumak kawasay—. Esto nos obliga
a reconstruir lo público, lo común,
para reconocernos, comprendernos
y valorarnos unos a otros y a la
naturaleza; donde está nuestra
morada a la que hay que cuidar.
Estas metas suponen la inclusión
social, pero respetuosa y promotora
de la diversidad cultural y social.
Por lo tanto, no se trata de incluir
al proyecto sociocultural dominante,
sino construir colectivamente, nuevas
relaciones sociales, mejores que las
de ahora. Esta es nuestra tarea. Estos
son nuestros objetivos y las metas
que acariciamos con entusiasmo y
creatividad. ¡Comencemos ya!