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Espacios Políticos, Año X, número 17, agosto de 2018, pp. 97-106
La promoción de la justicia desde la interculturalidad en la Universidad Rafael Landívar
como quien es jefe, sino que se
apoyan en las opiniones y cualidades
de otros. Que, en definitiva, generan
verdaderamente equipo y dejan
crecer a los demás. Son personas
con entusiasmo, no negativas;
que presentan, espontáneamente,
soluciones creativas y pertinentes.
Un buen líder es alguien
congruente entre lo que dice y hace.
A diferencia de un gestor que hace
bien las cosas, el líder, sobre todo,
hace buenas cosas. Es naturalmente
solidario de corazón. Todo esto indica
que un buen líder es alguien que se
ha trabajado, profundamente, en los
aspectos sombríos de su ser y sabe
vivir, desde las fuerzas positivas
que posee. El líder que se necesita
es alguien que además de vivir los
valores humanos básicos, con la
formación que se le brinde, llegue a
ser alguien consciente, competente,
compasivo y comprometido.
Por todo lo dicho, cae de su peso
que no todo jefe nombrado sea un
líder. No siempre es así. Muchas
veces sucede lo contrario.
4. Generación de una
«clase política nueva y
pertinente»
Con líderes de calidad y con la
fuerza de una espiritualidad humana,
tenemos, entonces, las condiciones
para realizar algo importante y
determinante de futuro.
Se podría decir que, en la
actualidad, casi ninguno de los
políticos de Guatemala —sobre
todo del Congreso—, y casi ninguno
de los ministros, han tenido las
cualidades humanas, ni han tenido
una formación, tal como lo reclaman
las necesidades de Guatemala.
Lo que necesitamos en Guatemala,
y por eso lo relevante para la Facultad
de Ciencias Políticas y Sociales y sus
formadores es, además de dar una
formación seria en lo socioeconómico
y político a las juventudes; instaurar
una plataforma de nivel superior que
genere una nueva «clase política»,
con altura académica y, sobre todo,
con valores éticos. Lo cual exige
una continua formación de temas de
actualidad sobre el acontecer nacional
y mundial. El ejemplo de lo instaurado
por Ellacuría en El Salvador con la
«Cátedra de la Realidad» es muy
sugerente, dado el carácter de la
inquietud despertada por escudriñar
la realidad, para que, metiéndose en
ella, se busquen caminos de cambio.
Guatemala necesita implantar
estamentos sociopolíticos nuevos,
con finalidad política. No hay centros
serios que sean, no solo tanques
de pensamiento, sino escuelas de
formación; donde la promoción de la
justicia con sello de interculturalidad se
promueva. Necesitamos, además esa
clase política de corte más intelectual
vinculada, estratégicamente, con
líderes populares.