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Carlos Rafael Cabarrús Pellecer, S. J.
Espacios Políticos, Año X, número 17, agosto de 2018, pp. 97-106
en la película La vida es bella,
le hace sentido ir también a
prisión, por ser profundamente
solidaria con ese amor hacia su
hijo y su esposo.
2. Capacidad de indignación
profunda. Como Gandhi quien,
con su indignación frente la
opresión británica en su país,
logró la independencia de
la India.
3. La vivencia de gratuidad. Como
Monseñor Romero, quien pasa
de tener un corazón temeroso
a ser un gran profeta, y vivía
esto como gracia, como él
mismo decía.
4. La honestidad fundamental.
Como José Mujica, que ha vivido
siempre en la misma austeridad
y congruencia impresionante.
5. Libertad que genera libertad.
Como el papa Francisco, que
actúa con alegría y libertad,
frente a mucha oposición,
precisamente clerical.
6. Sentimiento de universalidad.
Como San Francisco de Asís,
quien le cantaba a las todas
las criaturas y a la naturaleza,
generando «Paz y bien» por
donde pasaba.
7. La compasión. Como Madre
Teresa de Calcuta, que funda
una congregación, para
solidarizarse con los más
desheredados de la tierra.
8. Búsqueda de la paz como
medio y como finalidad. Como
Martin Luther King en su sueño
de libertad, pero con medios
pacíficos, que le permitió
abolir el racismo, mediante
legislaciones pertinentes.
9. Capacidad de deseos profundos,
fuente de fuerza para actuar.
Como Nelson Mandela, quien
luchó, a pesar de estar en
prisión, hasta conseguir su gran
deseo de romper el sistema de
segregación racial.
Quien posee algunos de esos
rasgos, ciertamente que tendría eso
que denominamos «espiritualidad
humana», lo cual lo hace integrante
con derecho a participar en nuestras
instituciones. Hay entonces una
plataforma básica para poder dialogar,
soñar y planificar nuestras tareas.
3. El talante de los líderes
Entonces, para llevar a cabo
nuestra misión, se necesita gente con
capacidad de liderazgo. Los rasgos
más palpables de un buen líder tienen
que ver con ser personas que atraen
espontáneamente, que convocan,
que no convencen forzadamente,
sino que son capaces de integrar las
opiniones de los demás. Que aceptan
las disidencias, que no se postulan