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Juan Alberto Fuentes Knight
Espacios Políticos, año X, número 16, noviembre de 2017, pp. 3-22
Primero, la carga tributaria es
insignificante. En algún momento
llegó a un 12% del PIB, pero
tuvimos el efecto de la crisis
2008-2009, que la redujo; luego
una pequeña recuperación y una
caída bastante fuerte en el 2015.
Una carga tributaria menor al
10.5% es realmente escandalosa:
no permite ni siquiera mantener
un Estado neoliberal mínimo,
cubriendo el gasto en seguridad y
justicia.
Segundo,
contamos
con
una Superintendencia de
Administración Tributaria que se
creó con grandes expectativas,
con su propia Ley de Servicio
Civil, pero eso no garantizó que
se terminara con la corrupción. El
problema resultó más complejo:
se conocieron múltiples casos de
corrupción no solo en aduanas,
sino también en relación al tema
del crédito fiscal, como lo ilustró el
caso de la empresa de Aceros de
Guatemala. Afortunadamente las
reformas más recientes de la SAT, y
sobre todo una dirección efectiva y
honesta han logrado transformarlo
en lo que parece ser un ejemplo de
eficiencia y servicio en contraste
con lo que era antes.
Pareciera
que antes que pensar en reformas
tributarias corresponde continuar
fortaleciendo a la SAT para que
eventuales
reformas
futuras
puedan implementarse con
éxito. Aumentar la recaudación y
fortalecer por esta vía al Estado
va a tomar tiempo y, depende de
una correlación de fuerzas a favor
de corrientes progresistas que aún
no existe. Por el momento fuerzas
corporativas, representadas por
el Cacif, mantienen un poder
de veto en relación a reformas
tributarias.
Tercero, hay un gasto público
bajo y estancado en torno al 13%
del PIB. El gasto de inversión
ha ido bajando, pero también el
gasto corriente está estancado y
con el agravante de que en 2015
y en el 2016 se habrá contado con
los niveles más bajos de gasto
público en los últimos 17 años,
medido como proporción del PIB.
Les recuerdo que es el gasto
público, como proporción del PIB,
más bajo del mundo entero. El
gasto corriente, como proporción
de PIB, aumentó con los Acuerdos
de Paz. Luego se mantuvo,
aumentó un poco en los últimos
años y en relación a esto también
debo aclarar un mito: al medir los
salarios como proporción del gasto
corriente no estamos frente a una
explosión del gasto en salarios. Lo
que hay es un problema general
de insuficientes recursos.
Cuarto, reitero la existencia
de un tema fundamental, el de la
rigidez presupuestaria. Los salarios