Francisco Alfredo Sapón Orellana
Espacios Políticos, año X, número 16, noviembre de 2017, pp. 89-110
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semilla de amapola y Q25 por una
mata de esta planta».
Esto,
evidentemente,
en
el caso de los municipios de los
departamentos que integran el
triángulo del opio ‒Ixchiguán, Sibinal
y Tajumulco, en San Marcos‒ y en
Cuilco, Huehuetenango. En palabras
de Dardón, citado en la misma
fuente, «los incentivos para seguir
con lo ilegal son tan altos que los
productores siguen enganchados».
Se trata, pues, de territorios
signados por la inequidad. De
acuerdo con el PNUD (2011),
se estima que un 75% de los
pobladores de San Marcos radica
en áreas rurales. En Ixchiguán, la
tasa neta de escolaridad para el
ciclo diversificado es del 4,7%; en
Sibinal, del 6,2; y en Tajumulco del
1,8. Respectivamente, el Índice de
Desarrollo Humano es del 0,502;
0,512; y 541. En el departamento,
la tasa de desnutrición crónica es
del 53,5%.
Dadas las condiciones del
país y de estos municipios, resulta
imprescindible el ponderar la
legalización del cultivo y de la
producción de amapola para
opio, con fines medicinales y de
investigación
científica,
como
mecanismo alternativo para generar
polos de desarrollo. En concreto,
espacios que, bajo una solvente y
robusta institucionalidad, pueden
generar ventajas competitivas a
partir de prácticas culturalmente
aceptadas.
La Oficina de Naciones Unidas
contra la Droga y el Delito (citada
por la Organización de los Estados
Americanos, 2013) estima que en
Guatemala se erradicaron unas
1490 hectáreas de amapola para
opio durante 2011. De acuerdo con
la Subdirección General de Análisis
e Información Antinarcótica de la
Policía Nacional Civil de Guatemala
(citada por Prensa Libre, 2015),
durante un operativo efectuado en
julio del 2015 participaron alrededor
de 500 agentes de las fuerzas de
seguridad, quienes intervinieron
710 campos, en los que localizaron
poco más de 23 millones de
matas de amapola. Según fuentes
oficiales, estas fueron destruidas.
No hubo detenidos. De acuerdo con
el Ministerio de Gobernación, las
plantaciones se valoraron en 594
millones de quetzales (Emisoras
Unidas, 2015).
La inercia del bazo encontró su
fin. La hegemonía del paradigma
prohibicionista está en jaque. El
debate internacional añade día a día
elementos que tienden a inclinar la
balanza a favor de un paradigma
centrado en el ser humano. ¿Podrá