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Espacios Políticos, año X, número 16, noviembre de 2017, pp. 89-110
Del Estado agresor al Estado humanizador
espasmos) y la morfina (incluida en
los cuidados paliativos para pacientes
con cáncer, por sus propiedades
analgésicas
y
tranquilizantes).
Asimismo, se emplean como drogas
toxicomanígenas ilegales, cuyo uso
encabeza la lista de las sustancias
problemáticas
que
causan
más enfermedades y muertes
relacionadas con drogas, a nivel
mundial (Naciones Unidas, 2014).
Esto, como parte de la
búsqueda de soluciones integrales
a los problemas estructurales
de inequidad que desbordan al
país. A la fecha, aunque el marco
regulatorio de drogas a nivel
internacional exhorta a los Estados
y a la comunidad internacional
a implementar programas de
sustitución de cultivos y desarrollo
alternativo ‒con la intención
de reconocer implícitamente
la necesidad de dar opciones
al campesinado‒, países como
Guatemala se han concentrado,
sin más, en la erradicación de
cultivos ilegales. ¿Será, acaso,
más importante la erradicación o
la búsqueda de alternativas para
mejorar la calidad de vida de los
ciudadanos guatemaltecos que
habitan regiones abandonadas por
el Estado?
El Estado guatemalteco, en
vez de continuar aferrándose
y de legitimar un paradigma
prohibicionista, que suele desbordar
la capacidad institucional ‒léase
abarrotamiento de cárceles, auge
de grupos paramilitares, creación
de estructuras paralelas o poderes
ocultos‒, tiene ante sí la posibilidad
de garantizar en el mercado local
el acceso universal a «medicinas
esenciales para el manejo del dolor»,
tema «crucial para el desarrollo
económico, la salud pública global
y [la garantía de] los derechos
humanos básicos» (Collins, en
London School of Economics and
Political Science, 2014, p. 13). Más
aún, tiene la posibilidad de priorizar
acciones que procuren la restitución
de los derechos violados por parte
del Estado, en los departamentos
en donde las estrategias de
supervivencia de la población
transgreden lo legal.
De acuerdo con el Ministerio
de Gobernación de Guatemala,
mientras que una cuerda de un
cultivo tradicional deja beneficios
de unos Q4 000, pero la producción
de una cuerda de amapola genera a
los agricultores ganancias de hasta
Q48 mil: «en el mercado negro
se paga Q400 000 por un kilo de
heroína, Q11 521 por un kilo de
opio crudo, Q8 000 por una libra de