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Facultad de Ciencias Políticas y Sociales

entre los países productores y los 
consumidores, dejando de enfocarse 
únicamente en los productores. 
Por consiguiente ya no se buscaba 
solamente la obligación de los 
países productores de suprimir la 
oferta ilícita, sino que también los 
países consumidores tendieran a 
disminuir la demanda de drogas. 
Para ese entonces, la mayor parte 
del cultivo y producción de drogas se 
concentrada en países en desarrollo, 
muchos situados en Asia y América 
del Sur, y el consumo en los países 
industrializados de Europa y América 
del Norte. La realidad ha variado desde 
entonces debido sobre todo al “boom” 
de estimulantes de tipo anfetamínico 
(EA), como el éxtasis, donde la 
producción como el consumo, aunque 
en menor proporción este último, se 
da tanto en el Norte como en el Sur.

En síntesis esta convención 

establece medidas integrales contra 
el narcotráfico, incluidos los métodos 
contra el blanqueo de capitales y 
el fortalecimiento del control de 
precursores 

químicos. 

También 

proporciona información para la 
cooperación internacional a través, 
por ejemplo, de la extradición de los 
traficantes de drogas, su transporte y 
procedimientos de transferencia.

En términos de la 

implementación y administración de 
estas convenciones de las Naciones 
Unidas, la Junta Internacional de 
Fiscalización de Estupefacientes 
(JIFE) es prácticamente el único 
órgano de control a cargo. La Junta 
se compone de trece miembros: tres 
de ellos elegidos a partir de una lista 
de candidatos propuesta por la OMS 
y otros diez procedentes de una lista 
presentada por los diversos Estados.

La ejecución de las disposiciones 

de las convenciones referidas supra 
depende de cada una de las partes 
que lo han suscrito. Ello puede dar 
pie a distintas interpretaciones, pero 
permite que cada país desarrolle 
su propia política nacional sobre 
drogas. Sin embargo, esta libertad 
tiene sus límites. Por lo general, 
las convenciones necesitan de un 
fiel cumplimiento por parte de los 
firmantes. Dentro de ninguna de las 
convenciones se describe obligación 
formal alguna para penalizar el uso 
personal de drogas. Evidentemente, 
la trampa resulta en cuanto a la 
imposibilidad de consumir drogas 
sin cultivarlas o adquirirlas, acciones 
directamente penalizadas, y para ello 
la Convención de 1988 se encarga 
de enfatizar los aspectos relativos a 
todas las etapas previas al consumo.