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Facultad de Ciencias Políticas y Sociales
a programas sociales y de desarrollo
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.
El Plan fue relativamente exitoso en
la medida en que los grandes cárteles
fueron destruidos, pero el problema
de fondo del narcotráfico persistió
ahora bajo múltiples grupos, algunos
de ellos denominados minicárteles,
pero también por el protagonismo de
los cárteles mexicanos.
El papel relevante de los
cárteles de Sinaloa, El Golfo y los
Zetas en la actividad del trasiego
de drogas, incidió en un proceso
de virtual traslado de la frontera de
los Estados Unidos hacia el sur de
México, en donde los 956 kilómetros
de la línea fronteriza con Guatemala
están marcados por múltiples poros,
por donde se filtra el 82% de la
producción de cocaína rumbo al Norte
(Garay y Salcedo-Albarán, 2012, pp.
15-19). Las aberturas fronterizas, sin
ley ni gobierno, son el espejo de una
institucionalidad cada vez más frágil
y penetrada por la corrupción, cuya
percepción en Guatemala, según
Transparency International llegó a 29
puntos en 2013.
13 “La decisión de concentrar el programa en
la guerra antisubversiva se tomó en las oficinas
del general Barry McCaffrey, zar antidrogas del
gobierno del presidente Clinton; a partir de ese
momento el Plan Colombia quedó convertido en
un programa de seis años para fortalecer mili-
tarmente la capacidad de lucha del Estado co-
lombiano contra la “narcoguerrilla”; sus diez es-
trategias iniciales fueron redimensionadas para
concentrarlas en su contenido represivo (Ace-
vedo, Bewley-Taylor, Youngers, 2008)” (Samper,
2014, p. 42).
Según la Agencia Antidrogas
del Gobierno estadounidense (DEA
por sus siglas en inglés), unas 400
toneladas de cocaína pasan por
Guatemala desde Sudamérica, 70 %
de las cuales se embarca en Colombia.
El precio de un kilo de cocaína en
Colombia es de 2500 dólares; en la
entrada a Guatemala sube a 10 mil
dólares. Las 400 toneladas de droga
representarían, así, 4 millardos de
dólares anuales, lo que constituye 10
% del PIB (Gutiérrez, 2013, pp. 185-
186).
Otros reportes consideran que
existen alrededor de 1600 pistas
clandestinas, a donde arribaría un
promedio de 145 vuelos mensuales.
En los últimos años, este trayecto
ha sido alterado por los controles de
radares aéreos de los Estados Unidos
y México, lo que ha incrementado
el ingreso por mar y tierra desde El
Salvador (Sonsonate) y Honduras
(costa atlántica). Los vuelos a
Honduras se incrementaron hasta
recibir el 75 % de las narcoavionetas
provenientes de Sudamérica
(Gutiérrez, 2013, pp. 186 y 192;
Crisis Group, 2014, pp. 7-10).
Por su parte, el tráfico terrestre
se vale de cuatro rutas principales para
entrar a Guatemala: desde Honduras
por la frontera El Corinto hacia Izabal
y Petén; desde Honduras por Agua
Caliente hacia Chiquimula, Zacapa y