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Facultad de Ciencias Políticas y Sociales

con dimensiones comerciales, de 
integración política y bienestar 
trans-societal (en Briceño, 2014, 
p. 30). 

Paralelamente a estos esfuerzos 

de conformación de un nuevo 
regionalismo, persiste un bloque de 
países, cuyo modelo no se separa 
aún de los patrones neoliberales y 
del área de influencia de los Estados 
Unidos. En ese bloque se contarían 
los países de Centroamérica, México, 
Chile, Colombia, Perú, quienes 
apuestan, además, por fortalecer 
sus vínculos con los países asiáticos 
de la cuenca del Pacífico dentro 
de esquemas de regionalismo 
tradicional.

Desde México hasta Colombia, 

como zona de influencia directa de 
la política exterior de los Estados 
Unidos, especialmente a raíz de 
los sucesos del 11 de septiembre 
de 2001, las iniciativas regionales 
continúan 

basándose 

en 

el 

fortalecimiento de libre comercio 
y el impulso de las agendas 
de seguridad. La concepción, 
negociación, acuerdo y puesta en 
ejecución de los diversos tratados 
de libre comercio de esta región, 
están enmarcados en el principio 
de que “la seguridad económica 
afecta profundamente la 
seguridad de defensa y viceversa” 
(Sandoval, 2014, pp. 161-162; 

Matul y Segura, 2014, p. 195).  
No obstante el énfasis en seguridad 
de las agendas nacionales y 
regionales, las dinámicas de 
violencia 

han 

adquirido 

una 

dimensión de primera línea 
en la situación de México y 
Centroamérica, especialmente de 
los países del llamado triángulo 
norte (Guatemala, El Salvador y 
Honduras). Esta subregión además 
se caracteriza por condiciones de 
extrema pobreza y debilidad de las 
instituciones estatales, en donde la 
corrupción y la impunidad campean. 
Las circunstancias que imponen 
estas condicionantes sociopolíticas 
y socioeconómicas orillan a grupos 
poblacionales a formar parte de “la 
economía paralela e informal.

[…] De acuerdo con Sorj y 
Martuccelli, lo que está ocurriendo 
es la metamorfosis del viejo 
patrimonialismo que caracterizó 
al continente. A medida que el 
poder se desplaza a actores no 
estatales, el antiguo clientelismo 
en torno a figuras políticas pasa 
a articularse alrededor de estos 
nuevos actores o a las alianzas 
político-criminales”. 

(González, 

2014, pp. 70-71).

La respuesta de los Estados 

Unidos se basa en una reiterada 
agresiva imposición de estrategias 
de guerra antiterrorista aplicada a 
la producción y el tráfico de drogas.