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Revista Espacios Políticos
estatal hasta los más alejados
poblados del país. Eso, de por sí,
fue un cerco del proyecto político
vanguardista.
Sin embargo, el fin del enfren-
tamiento armado también posibilitó
nuevas formas de reivindicación y
lucha por la sobrevivencia. Unas es-
tuvieron directamente asociadas a la
enorme ola de migrantes guatemal-
tecos hacia Estados Unidos, convir-
tiéndose las remesas en inyecciones
de capital individual y familiar. Claro,
esto benefició al sistema financiero
regional y guatemalteco en particu-
lar, siendo los administradores de una
de las principales entradas de dinero
al país. La guerra y los Acuerdos de
Paz habían convertido al país en un
exportador de mano de obra barata,
siendo las remesas el dinero envia-
do por los trabajadores y trabajado-
ras migrantes a sus familias en zonas
de depresión económica. Desde una
economía cada vez más mercantili-
zada donde la educación, la salud, la
electricidad pasaban a ser privatiza-
das, cientos de comunidades en Gua-
temala y a nivel regional lucharon por
sobrevivir desde el envío de remesas.
Pocas veces se entiende la migración
misma como un acto de resistencia,
menos aún como una situación que
marca una experiencia fundamental
en los migrantes. Los marcos espa-
ciales y temporales complejizan el
sustrato cultural propio y abren po-
sibilidades de contraste con su lugar
de origen.
Así pues, ya no estamos en la
década de 1970 cuando la migración
seguía siendo a nivel nacional, del
Altiplano a las fincas de la Costa
Sur. El cooperativismo había sido
casi desterrado por la dictadura
militar por el potencial organizativo
que había representado. Ahora la
superación individual y familiar
sustituían a la organización colectiva,
siendo el dinero un medio de
sobrevivencia desde una situación
cada vez más mercantilizada. La
crisis del modelo patriarcal familiar
se había recrudecido y la comunidad
misma –en tanto eje de referencia y
seguridad– fue mermada. El mercado
avanzando, el patrón de reproducción
familiar entró en un nuevo momento,
a veces con reconfiguraciones, otras
con procesos de disolución: esposas
viviendo en casa de sus suegras
ante la migración del marido, hijos
creciendo con abuelos o con círculos
de vecinos ante la ausencia paterna.
Estos son algunas configuraciones,
pero el fenómeno es más complejo.
Lo que enfatizamos es que aunado a
la transnacionalización del trabajo y
del dinero en los núcleos familiares
surgieron, en alta medida, nuevas
formas de relaciones sociales y de
percepción del territorio, del trabajo,
de la identidad cultural y de los sueños
mismos.